Por: Montserrat Hernández, B10-Ecuador.
4 de Junio del 2010
4 de Junio del 2010
El recinto cultural Carnegie Hall se llenó para recibir al fundador de la nueva trova, el cubano Silvio Rodríguez.
Caía apresurada la tarde del viernes 4 de junio en Nueva York. La esquina de la calle 57 y Séptima Avenida se iba convirtiendo en el punto de encuentro de un concierto anunciado. Varios patrulleros de policía vigilaban el orden. Pequeñas barricadas se asignaron para partidarios y detractores. Mientras la línea de ingreso rodeaba el edificio, muchas organizaciones exhibían sus pancartas; otras distribuían panfletos y postales. El susurro de miles de voces se elevaba en el aire, en medio de una gran expectativa por el concierto del “viejo-trovador-nuevo”, Silvio Rodríguez.
Rápidamente se agotaron las entradas para su primer concierto en Nueva York (habrá un segundo a pedido del público). Esta vez, 2.800 personas acudieron a la cita con el célebre cantautor cubano. Al pisar el escenario del Carnegie Hall, Silvio Rodríguez recibió innumerables expresiones de eufórico entusiasmo, tras 30 años de ausencia.
Grupos de familiares y amigos se había dado cita en el auditorio Stern. Repartidos en los diferentes niveles, de cinco pisos, se saludaban a través de celulares y blackberries ubicando sus posiciones. La anticipación reinaba en el ambiente. “Es un momento histórico”, dijo un joven chileno a sus amigos. Mientras la joven a mi lado se secaba las lágrimas de júbilo encendido.
El tema En el claro de la luna, sus melódicas y tenues notas que hablan de sueños, libertad, felicidad y de tiempos de aguacero en el valle del amor, abrió el concierto. Le acompañaron la espléndida flautista Niurka González y el no menos impecable trío Trovarroco.
El público se entregó en profundo silencio para escuchar finalmente su voz. “Su voz que no había sido alterada por el tiempo”, me decía la colombiana Luz Barrera, quién vino desde Westchester, NY, con sus amigas, para disfrutar del concierto.
“Feliz de estar aquí”, dijo al finalizar la primera de las 24 canciones de su deslumbrante recital. “Gracias por darme un granito de sus vidas”, añadió mirando al público. “Perdonen que no sepa inglés. No es intencional, es una limitación que tengo”, explicó. Unos sonoros “te amo Silvio” y “viva Cuba” respondieron desde el auditorio.
“¿Hay cubanos aquí?”, preguntó. Un sonoro aplauso llenó el ambiente en respuesta a la pregunta.
“Bienvenidos!”, exclamó Silvio. De pronto, alguien en el público gritó: “dominicanos, colombianos, chilenos…” respondiendo en coro a cada nacionalidad, con un apremiante: “¡Presente!”. Así, la presencia latinoamericana quedaba registrada en una noche de grandes emociones.
“Hoy es el cumpleaños de Gerardo Hernández, cumple 10 años preso, y a mí parecer, injustamente”, dijo, refiriéndose a los acusados de espionaje que cumplen altas condenas en cárceles de EEUU. “Él es uno de nuestros cinco héroes y le dedico esta canción”, añadió. Y con su guitarra entonó Canción del Elegido, coreado enseguida por 2.800 voces. “Cuba sí, bloque no” se escuchaba hasta irse apaciguando bajo una ola de aplausos.
A la altura del cierre del histórico y conmovedor recital, Silvio regresó, solo, al escenario. Tomó su guitarra, sin acompañamiento más que su inimitable voz y sus profundas emociones, susurró, coreado por el público, las célebres canciones mil veces escuchadas: Unicornio y Ojalá.
Los bises se multiplicaron. El público, ovacionándolo, no lograba despedirse del trovador ni él de su entregado público. Un duelo de amor y aplausos coreados por “olé olé olé olé, Silvio, Silvio” lograban atraerlo, imantado, una y otra vez al escenario.
Ya habían transcurrido 2 horas y media de concierto. Había en el ambiente una certidumbre general de haber acudido a un momento histórico que permanecerá indeleble en el imaginario y en la memoria colectiva. Coreando las últimas canciones, Cita con ángeles, La Maza, Óleo de mujer con sombrero y Demasiado, iba llegando el final. Secando lágrimas, gritando vivas a Cuba y al desbloqueo, gritando “te amo Silvio”… así se fue sellando, con “blancura de lirio”, con “canciones de brisa”, con “vuelos de gaviotas.”
“… demasiado nunca, demasiado no, para tantas almas, para tantos sueños, para tanto amor…” fueron las últimas notas con las que cerró el concierto el “Viejo-trovador-nuevo” llamado Silvio Rodríguez Domínguez.
Caía apresurada la tarde del viernes 4 de junio en Nueva York. La esquina de la calle 57 y Séptima Avenida se iba convirtiendo en el punto de encuentro de un concierto anunciado. Varios patrulleros de policía vigilaban el orden. Pequeñas barricadas se asignaron para partidarios y detractores. Mientras la línea de ingreso rodeaba el edificio, muchas organizaciones exhibían sus pancartas; otras distribuían panfletos y postales. El susurro de miles de voces se elevaba en el aire, en medio de una gran expectativa por el concierto del “viejo-trovador-nuevo”, Silvio Rodríguez.
Rápidamente se agotaron las entradas para su primer concierto en Nueva York (habrá un segundo a pedido del público). Esta vez, 2.800 personas acudieron a la cita con el célebre cantautor cubano. Al pisar el escenario del Carnegie Hall, Silvio Rodríguez recibió innumerables expresiones de eufórico entusiasmo, tras 30 años de ausencia.
Grupos de familiares y amigos se había dado cita en el auditorio Stern. Repartidos en los diferentes niveles, de cinco pisos, se saludaban a través de celulares y blackberries ubicando sus posiciones. La anticipación reinaba en el ambiente. “Es un momento histórico”, dijo un joven chileno a sus amigos. Mientras la joven a mi lado se secaba las lágrimas de júbilo encendido.
El tema En el claro de la luna, sus melódicas y tenues notas que hablan de sueños, libertad, felicidad y de tiempos de aguacero en el valle del amor, abrió el concierto. Le acompañaron la espléndida flautista Niurka González y el no menos impecable trío Trovarroco.
El público se entregó en profundo silencio para escuchar finalmente su voz. “Su voz que no había sido alterada por el tiempo”, me decía la colombiana Luz Barrera, quién vino desde Westchester, NY, con sus amigas, para disfrutar del concierto.
“Feliz de estar aquí”, dijo al finalizar la primera de las 24 canciones de su deslumbrante recital. “Gracias por darme un granito de sus vidas”, añadió mirando al público. “Perdonen que no sepa inglés. No es intencional, es una limitación que tengo”, explicó. Unos sonoros “te amo Silvio” y “viva Cuba” respondieron desde el auditorio.
“¿Hay cubanos aquí?”, preguntó. Un sonoro aplauso llenó el ambiente en respuesta a la pregunta.
“Bienvenidos!”, exclamó Silvio. De pronto, alguien en el público gritó: “dominicanos, colombianos, chilenos…” respondiendo en coro a cada nacionalidad, con un apremiante: “¡Presente!”. Así, la presencia latinoamericana quedaba registrada en una noche de grandes emociones.
“Hoy es el cumpleaños de Gerardo Hernández, cumple 10 años preso, y a mí parecer, injustamente”, dijo, refiriéndose a los acusados de espionaje que cumplen altas condenas en cárceles de EEUU. “Él es uno de nuestros cinco héroes y le dedico esta canción”, añadió. Y con su guitarra entonó Canción del Elegido, coreado enseguida por 2.800 voces. “Cuba sí, bloque no” se escuchaba hasta irse apaciguando bajo una ola de aplausos.
A la altura del cierre del histórico y conmovedor recital, Silvio regresó, solo, al escenario. Tomó su guitarra, sin acompañamiento más que su inimitable voz y sus profundas emociones, susurró, coreado por el público, las célebres canciones mil veces escuchadas: Unicornio y Ojalá.
Los bises se multiplicaron. El público, ovacionándolo, no lograba despedirse del trovador ni él de su entregado público. Un duelo de amor y aplausos coreados por “olé olé olé olé, Silvio, Silvio” lograban atraerlo, imantado, una y otra vez al escenario.
Ya habían transcurrido 2 horas y media de concierto. Había en el ambiente una certidumbre general de haber acudido a un momento histórico que permanecerá indeleble en el imaginario y en la memoria colectiva. Coreando las últimas canciones, Cita con ángeles, La Maza, Óleo de mujer con sombrero y Demasiado, iba llegando el final. Secando lágrimas, gritando vivas a Cuba y al desbloqueo, gritando “te amo Silvio”… así se fue sellando, con “blancura de lirio”, con “canciones de brisa”, con “vuelos de gaviotas.”
“… demasiado nunca, demasiado no, para tantas almas, para tantos sueños, para tanto amor…” fueron las últimas notas con las que cerró el concierto el “Viejo-trovador-nuevo” llamado Silvio Rodríguez Domínguez.