24 de Noviembre del 2012
Por: Sergio Arboleya
Fuente: Télam
Fotos: Jill Furmanovsky
Por: Sergio Arboleya
Fuente: Télam
Fotos: Jill Furmanovsky
Buenos Aires.- La canción, como hecho hondo, atemporal y profundamente artístico, tuvo anoche, en el primero de los tres conciertos de Silvio Rodríguez en la Argentina, un acontecimiento extraordinario en un Luna Park colmado y subyugado ante la obra del trovador cubano.
Poco más de dos horas alcanzaron para dimensionar una vez más el poderoso, vital y vigente legado artístico de uno de los más grandes autores de la historia de la canción iberoamericana.
Por ello y sobre un escenario despojado y de fondo negro, un Silvio de sombrero de ala blanco y luciendo un bigote surcado por canas, se ubicó en el centro de una formación de quinteto que es la que lo viene acompañando en los últimos años pero que no deja de sorprender por su ensamble y belleza.
Las descomunales cuerdas de los integrantes del grupo Trovarroco (Rachid López Gómez en guitarra, Maykel Elizarde Ruano en tres y César Bacaro Laine en bajo), la implacable batería de Oliver Valdés Rey y los vientos desatados desde la flauta traversa por Niurka González Núñez, mostraron unos ropajes sutiles, creativos y originales a la vez.
A las 21.35 y después de un lucido set del cubano dúo Karma (Xochitl Galán y Fito Hernández), la primera de las dos noches de Silvio en el Luna Park (donde volverá a presentarse hoy) comenzó con el clásico Mujeres, para luego sumergirse en las canciones de su más reciente álbum, Segunda cita, de 2010.
“Para estos conciertos me he propuesto, sobre todo en la primera parte, tocar más temas de Segunda cita, un disco que he trabajado poco”, le había adelantado Rodríguez a Télam y para cumplir con lo dicho abordó Toma, la guevarista Tonada del albedrío (que arrancó aplausos con la frase “ningún intelectual debe ser asalariado del pensamiento oficial”) y la preciosa Carta a Violeta Parra.
“Estamos contentos de estar aquí de nuevo tan rápido para unos conciertos un poco más íntimos”, señaló recordando que un año atrás giró por estadios de Rosario, Córdoba y Buenos Aires.
La visita a su placa más nueva, incluyó también visitas a Segunda cita y San Petesburgo, enseguida y quedándose solo en escena, entonó Rabo de nube y La gota de rocío y, otra vez con el grupo, Me acosa el carapálida.
A mitad de la función dejó solo al terceto Trovarroco que regalo una impresionante versión instrumental de Chan Chan (clásico de Compay Segundo) y regresó con todo para una ovacionada visita a El necio (“yo no sé lo que es el destino, caminando fui lo que fui, allá dios, qué será divino. Yo me muero como viví, yo me muero como viví”).
Retrocediendo en el tiempo ofrendó El papalote y Judith y regresó al Che para otro conmocionante momento con la Canción del elegido.
Con Sinhué y los celebrados El escaramujo, La era está pariendo un corazón y Ángel para un final, el concierto llegó a su final formal.
El ritual de los bises y las luces del estadio que se prenden para observar, por ejemplo, a un muchacho blandiendo una bandera cubana en la platea media, lo llevó a regresar un par de veces más a continuar cultivando su fecundo vínculo con los argentinos.
Solo con la guitarra regaló Historia de la silla y, con todos sus acompañantes y tras una larguísima introducción instrumental, una versión demasiado ligera de Óleo de una mujer con sombrero.
Ojalá le puso el broche a una fiesta de la canción que el cantautor repetirá esta noche en el Luna Park y el lunes 26 en el estadio cubierto de Unión de Santa Fe.
Poco más de dos horas alcanzaron para dimensionar una vez más el poderoso, vital y vigente legado artístico de uno de los más grandes autores de la historia de la canción iberoamericana.
Por ello y sobre un escenario despojado y de fondo negro, un Silvio de sombrero de ala blanco y luciendo un bigote surcado por canas, se ubicó en el centro de una formación de quinteto que es la que lo viene acompañando en los últimos años pero que no deja de sorprender por su ensamble y belleza.
Las descomunales cuerdas de los integrantes del grupo Trovarroco (Rachid López Gómez en guitarra, Maykel Elizarde Ruano en tres y César Bacaro Laine en bajo), la implacable batería de Oliver Valdés Rey y los vientos desatados desde la flauta traversa por Niurka González Núñez, mostraron unos ropajes sutiles, creativos y originales a la vez.
A las 21.35 y después de un lucido set del cubano dúo Karma (Xochitl Galán y Fito Hernández), la primera de las dos noches de Silvio en el Luna Park (donde volverá a presentarse hoy) comenzó con el clásico Mujeres, para luego sumergirse en las canciones de su más reciente álbum, Segunda cita, de 2010.
“Para estos conciertos me he propuesto, sobre todo en la primera parte, tocar más temas de Segunda cita, un disco que he trabajado poco”, le había adelantado Rodríguez a Télam y para cumplir con lo dicho abordó Toma, la guevarista Tonada del albedrío (que arrancó aplausos con la frase “ningún intelectual debe ser asalariado del pensamiento oficial”) y la preciosa Carta a Violeta Parra.
“Estamos contentos de estar aquí de nuevo tan rápido para unos conciertos un poco más íntimos”, señaló recordando que un año atrás giró por estadios de Rosario, Córdoba y Buenos Aires.
La visita a su placa más nueva, incluyó también visitas a Segunda cita y San Petesburgo, enseguida y quedándose solo en escena, entonó Rabo de nube y La gota de rocío y, otra vez con el grupo, Me acosa el carapálida.
A mitad de la función dejó solo al terceto Trovarroco que regalo una impresionante versión instrumental de Chan Chan (clásico de Compay Segundo) y regresó con todo para una ovacionada visita a El necio (“yo no sé lo que es el destino, caminando fui lo que fui, allá dios, qué será divino. Yo me muero como viví, yo me muero como viví”).
Retrocediendo en el tiempo ofrendó El papalote y Judith y regresó al Che para otro conmocionante momento con la Canción del elegido.
Con Sinhué y los celebrados El escaramujo, La era está pariendo un corazón y Ángel para un final, el concierto llegó a su final formal.
El ritual de los bises y las luces del estadio que se prenden para observar, por ejemplo, a un muchacho blandiendo una bandera cubana en la platea media, lo llevó a regresar un par de veces más a continuar cultivando su fecundo vínculo con los argentinos.
Solo con la guitarra regaló Historia de la silla y, con todos sus acompañantes y tras una larguísima introducción instrumental, una versión demasiado ligera de Óleo de una mujer con sombrero.
Ojalá le puso el broche a una fiesta de la canción que el cantautor repetirá esta noche en el Luna Park y el lunes 26 en el estadio cubierto de Unión de Santa Fe.