Silvio Rodríguez. La emoción con sombrero


28 de Abril del 2016

Por: Nacho Serrano
Fuente: ABC
Fotos: Daniel Mordzinski


Cierto, no es un sombrero, es una gorra. Pero todo lo que hay en Silvio Rodríguez desde ahí hasta los dedos de los pies sí que es emoción. Tanta sensibilidad en el escenario hace que desde la pista se perciba como un ser de otro tiempo, cuando la música transcendía. Pero estuvo aquí, en Madrid. Y fue anoche. Doce años han pasado desde su última visita a la capital en unas fiestas del PCE en la Casa de Campo. Por eso (y por otras razones, a juzgar por la temprana edad de bastantes asistentes), el artista cubano consiguió un lleno técnico a pesar de tener un rival del calibre de un partido de semifinales de Champions con un equipo de la ciudad como protagonista.

Silvio, que presentaba el disco “Amoríos”, estuvo acompañado (es de ley nombrar a toda la alineación) por el Trío Trovarroco (Rachid López, César Bacaró y Maykel Elizarde), la flautista y clarinetista Niurka González, Oliver Valdés en la batería y la percusión, Jorge Reyes en el contrabajo, Jorge Aragón en el piano y Emilio Vega en el vibráfono. Espectaculares con mayúsculas, preciosistas y audaces al mismo tiempo.

Tetralogía para ella

La orquesta arrancó con Una canción de amor esta noche, Tu soledad me abriga la garganta Tonada del albedrío, para después encarar la tetralogía de Exposición de mujer con sombreroDibujo de mujer con sombrero, Óleo de mujer con sombrero, Detalle de mujer con sombrero y Mujer sin sombrero. Él, en el centro de las tablas, tranquilo y veterano, rodeado por sus músicos y con una escenografía austera, la adecuada, hacía sonar su voz y sus cuerdas de forma cristalina y cercana entre los ecos de los coros del público (quizás demasiado constantes, todo sea dicho).

Y entonces llegaron los clásicos de oro puro, como La maza o San Petersburgo, que fue presentada con un impagable relato de su autor. “Una vez iba en un avión que viajaba de La Habana a México. Fue un vuelo espantoso, el cielo estaba horrible, íbamos solo dos personas en ese vuelo. La otra persona era Gabriel García Márquez. Nos juntamos para hablar un poco y darnos ánimo, y me contó una historia que me impresionó mucho. Era la historia de una novia a la que habían dejado plantada en el altar. Tuvo que ir devolviendo los regalos de boda casa por casa a todos sus vecinos. Era como para hacer una ópera. Pasó el tiempo, muchos años. Y al cabo de esos años, quizás veinte, yo hice esta canción que, que como comprobarán no tiene nada que ver… Pero les aseguro que si yo no hubiera escuchado aquella historia, jamás hubiera escrito esta canción.”

El tramo final, interrumpido por gritos de “¡Silvio, te queremos!” y “¡Viva Cuba!”, dio paso a más tesoros de su repertorio quizás los más preciados. El necio, con unas flautas bellísimas, celestiales, y otras joyas como La gota de rocío, Te doy una canción, el himno Ojalá, y Unicornio, cerraron una velada inolvidable que, por ponerle alguna, tuvo la pega de la distancia, la enormidad del Barclaycard Center. Cómo sería eso de cerca.