22 de Abril del 2016
Por: Nora Navarro
Fuente: La Provincia
Fotos: Quique Curbelo
Por: Nora Navarro
Fuente: La Provincia
Fotos: Quique Curbelo
El cantautor más querido y aclamado de la Nueva Trova, Silvio Rodríguez, emblema de la música cubana nacida en los aires de la Revolución, brindó este jueves por la noche un concierto en directo en el pabellón del Gran Canaria Arena, arropado por el trío Trovarroco, el cuartero de jazz de Amoríos y la flautista y clarinetista Niurka González, esposa del cantautor.
El trovador descubrió las canciones de su nuevo trabajo discográfico, Amoríos, que dieron paso a los grandes emblemas de su trayectoria musical, como Ojalá, Te doy una canción o Unicornio, que cautivaron al público grancanario.
"Ojalá que las hojas no te toquen el cuerpo cuando caigan" canta Silvio Rodríguez en su icónica Ojalá. Nueve años han transcurrido desde que la cantara en el auditorio de Telde, y este jueves volvió a rescatarla en uno de los momentos cumbre de una velada memorable en el Gran Canaria Arena.
El cantautor cubano, símbolo de la canción nacida en los ecos de la Revolución cubana, desplegó un emotivo recital de alrededor de dos horas que arrancó con la pieza Una canción de amor por la noche, inscrita en su nuevo álbum, Amoríos, cuyas canciones dominaron la primera mitad del recital que supuso el reencuentro del público grancanario con el artista. Arropado en el escenario por el trío Trovarroco, como en su pasada actuación en 2007, junto con el cuarteto de jazz de Amoríos, y la flautista y clarinetista Niurka González, esposa de Silvio, el cantautor descubrió al público grancanario este caudal intimista de canciones, compuestas entre finales de los años 60 y comienzos de los 80, y desempolvadas para este proyecto discográfico que orbita alrededor de las tribulaciones y misterios del amor.
En este descubrimiento de canciones redimidas del olvido, los mayores aplausos se concentraron alrededor de la suite de canciones reunidas en Exposición de mujer con sombrero, tetralogía musical escrita en una semana perdida de 1970, que relata una azarosa historia de amor y desamor, y que incluye las magistrales estrofas de Óleo de una mujer con sombrero, para enardecimiento del público entero.
Este repertorio, que permanecía inédito hasta el pasado diciembre, puso de manifiesto que, pese a todo, el legado musical de Silvio se incardina inevitablemente en el territorio sentimental, como ya anunciaba precisamente en Óleo: "Que me tenga cuidado el amor, que le puedo cantar su canción...".
El recital continuó su rumbo con algunas canciones de Segunda cita, álbum anterior a Amoríos, que se sucedieron en un abrazo entre el intimismo de las letras en voz del trovador y la energía de la rumba cubana. Entre otras, desfilaron algunos temas conocidos por el público más afín, como Tonada del albedrío.
Y por fin, en la segunda mitad del concierto emergieron esos grandes emblemas sellados en la memoria de quienes han seguido la estela del rabo de nube desde los inicios de Silvio. En este apoteósico tramo final, no faltaron los clásicos La maza, El necio, Sueño con serpientes y Unicornio, que el público repasó hasta la última entrelínea, hasta que incluso la voz inconfundible del cantautor se perdía entre las reverberaciones del pabellón.
Y tal vez los años más prolíficos del cantautor cubano quedasen confinadas en esas letras, pero lo cierto es que Silvio, autor de la banda sonora vital de tantos de los allí presentes, mantiene intacto ese poder para conmover a través de sus canciones con "la palabra precisa". No siempre lo ha puesto fácil -el cantautor recaló en la Isla el pasado martes a mediodía y quiso permanecer en el más estricto anonimato hasta el final, renunciado a entrevistas y promoción alguna-, pero no privó a ese público al otro lado del Atlántico del lujo de revivir durante una noche sus nuevas canciones y sus grandes hitos, que calaron en todos los presentes como un disparo, como un libro, una palabra, una guerrilla. Como el amor.
El trovador descubrió las canciones de su nuevo trabajo discográfico, Amoríos, que dieron paso a los grandes emblemas de su trayectoria musical, como Ojalá, Te doy una canción o Unicornio, que cautivaron al público grancanario.
"Ojalá que las hojas no te toquen el cuerpo cuando caigan" canta Silvio Rodríguez en su icónica Ojalá. Nueve años han transcurrido desde que la cantara en el auditorio de Telde, y este jueves volvió a rescatarla en uno de los momentos cumbre de una velada memorable en el Gran Canaria Arena.
El cantautor cubano, símbolo de la canción nacida en los ecos de la Revolución cubana, desplegó un emotivo recital de alrededor de dos horas que arrancó con la pieza Una canción de amor por la noche, inscrita en su nuevo álbum, Amoríos, cuyas canciones dominaron la primera mitad del recital que supuso el reencuentro del público grancanario con el artista. Arropado en el escenario por el trío Trovarroco, como en su pasada actuación en 2007, junto con el cuarteto de jazz de Amoríos, y la flautista y clarinetista Niurka González, esposa de Silvio, el cantautor descubrió al público grancanario este caudal intimista de canciones, compuestas entre finales de los años 60 y comienzos de los 80, y desempolvadas para este proyecto discográfico que orbita alrededor de las tribulaciones y misterios del amor.
En este descubrimiento de canciones redimidas del olvido, los mayores aplausos se concentraron alrededor de la suite de canciones reunidas en Exposición de mujer con sombrero, tetralogía musical escrita en una semana perdida de 1970, que relata una azarosa historia de amor y desamor, y que incluye las magistrales estrofas de Óleo de una mujer con sombrero, para enardecimiento del público entero.
Este repertorio, que permanecía inédito hasta el pasado diciembre, puso de manifiesto que, pese a todo, el legado musical de Silvio se incardina inevitablemente en el territorio sentimental, como ya anunciaba precisamente en Óleo: "Que me tenga cuidado el amor, que le puedo cantar su canción...".
El recital continuó su rumbo con algunas canciones de Segunda cita, álbum anterior a Amoríos, que se sucedieron en un abrazo entre el intimismo de las letras en voz del trovador y la energía de la rumba cubana. Entre otras, desfilaron algunos temas conocidos por el público más afín, como Tonada del albedrío.
Y por fin, en la segunda mitad del concierto emergieron esos grandes emblemas sellados en la memoria de quienes han seguido la estela del rabo de nube desde los inicios de Silvio. En este apoteósico tramo final, no faltaron los clásicos La maza, El necio, Sueño con serpientes y Unicornio, que el público repasó hasta la última entrelínea, hasta que incluso la voz inconfundible del cantautor se perdía entre las reverberaciones del pabellón.
Y tal vez los años más prolíficos del cantautor cubano quedasen confinadas en esas letras, pero lo cierto es que Silvio, autor de la banda sonora vital de tantos de los allí presentes, mantiene intacto ese poder para conmover a través de sus canciones con "la palabra precisa". No siempre lo ha puesto fácil -el cantautor recaló en la Isla el pasado martes a mediodía y quiso permanecer en el más estricto anonimato hasta el final, renunciado a entrevistas y promoción alguna-, pero no privó a ese público al otro lado del Atlántico del lujo de revivir durante una noche sus nuevas canciones y sus grandes hitos, que calaron en todos los presentes como un disparo, como un libro, una palabra, una guerrilla. Como el amor.