10 de Junio del 2014
Por: Víctor Casaus
Fuente: Blog Segunda Cita
Fotos: Alejandro Ramírez
Por: Víctor Casaus
Fuente: Blog Segunda Cita
Fotos: Alejandro Ramírez
Cuando la lluvia casi terminaba de caer, al final de la tarde, sobre la ciudad de Mayarí ayer sábado, comenzó a acercarse al escenario aquel extraño ejército de sombrillas y paraguas de variada pinta. Quienes los empuñaban habían esperado en la explanada, medio refugiados entre los árboles circundantes, el concierto número 56 de La gira interminable.
Los 55 conciertos anteriores se habían celebrado en barrios poco favorecidos de La Habana (y, excepcionalmente de Santa Clara, Cienfuegos y Matanzas) desde la segunda mitad del año 2010, después que la comunidad La corbata, del municipio Playa se convirtió en el punto de arrancada de este proyecto cultural, generoso y activo, ideado y animado por Silvio para “sacar la música de los teatros y traerla al entorno más cercano de la gente, en estos tiempos difíciles”.
Como suele suceder con las cosas auténticas de la vida, aquella aventura que comenzaba no tenía un cronograma pre-establecido ni respondía a ninguna sugerencia o indicación externa. Incluso su nombre actual, La gira interminable, nació posteriormente, cuando Tony Guerrero, uno de los tres hermanos/luchadores antiterroristas que todavía cumplen injusta prisión en cárceles norteamericanas, le llamó así a esta fiesta de la cultura en la que conviven, enriqueciéndose mutuamente, las manifestaciones de la música culta y la música popular, mostrando su raíz común y su esencia compartida.
Este nuevo capítulo de la gira… fue realizado, además, junto a ese mayarisero universal, que se llama Frank Fernández, gloria de la música y la cultura cubanas, quien celebró recientemente su 70 cumpleaños. El piano de Frank, la guitarra de Silvio, la flauta de Niurka, la percusión de Oliver, los instrumentos del formidable trío Trovarroco vinieron a atestiguar a favor de esa concepción integradora y fecunda, capaz de conmover a un mismo público (incluso bajo la lluvia persistente) con una sonata de Mozart, una siciliana de Bach o una canción del trovador que acompañó los sueños y las vidas de muchos de los presentes en aquella explanada.
Como en todos los conciertos anteriores, la gira… dejó otro regalo a la comunidad. El sello Ojalá, el Instituto Cubano del Libro y las Ediciones La Memoria del Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau trajeron donaciones de publicaciones que fueron entregadas a la escuela primaria Frank País, donde quedarán como continuidad de esa noción viva de cultura que se respiró en la explanada mayarisera y como recordatorio de este día memorable.
Para colaborar en la entrega de esos libros y participar en la presentación del concierto hecha por Silvio, me tocó vivir la experiencia de compartir el tiempo y conocer (más) a los/las integrantes de ese grupo de gentes que garantizan la organización y preparación de los conciertos. Son los especialistas de sonido y de luces, los montadores de los espacios, los integrantes del equipo que ha grabado en video todos los conciertos, la gente que organiza la producción en cada una de esas locaciones en diálogo con las instituciones del lugar. Para resumir: Silvio los llama “los imprescindibles”, recordando el poema memorable de Bertolt Brecht.
Mientras Ojalá ofrece el conjunto casi total de recursos para estos conciertos (incluyendo, por supuesto, las actuaciones artísticas sin ninguna mediación económica), las instituciones locales casi siempre ofrecen su apoyo a “la actividad”, como acostumbramos llamar en Cuba a los acontecimientos de diverso tipo que ocurren en la comunidad o en la sociedad.
Cuando pregunté, en general, a la productora de la gira sobre ese apoyo, me explicó, gráfica y textualmente: “a veces ayudan (y puso la mano a una altura baja); otras veces ayudan (y puso la mano a una altura media de su cuerpo); y otras veces ayudan y puso la mano por sobre su cabeza”. Ese ha sido el caso de Mayarí, y por eso lo destacamos, contando la anécdota, al inicio del concierto.
Dentro de la presentación inicial de Frank Fernández se produjo este hecho excepcional dentro de los anales de la gira: el presidente del gobierno municipal, Julio César Estupiñán, entregó a Silvio el reconocimiento que lo distingue como Hijo ilustre de Mayarí, y Frank Fernández, ya nativo querido de este terruño, recibió una hermosa obra de arte como recuerdo de este día. Subrayo el carácter excepcional del hecho, porque Silvio ha mantenido –y mantendrá– el carácter íntimamente auténtico de la gira…, dedicada fundamentalmente a esa comunicación generosa y directa con los pobladores de las comunidades cubanas en las que se producen.
Este concierto mayarisero abrió entonces el capítulo oriental del proyecto, que se continuará el martes 10 en Nicaro y finalizará el viernes 13 (contra cualquier pronóstico cabalístico) en Moa. La dirección geográfica de esos movimientos me recordó –como a algunos seguramente– que en la Historia de Cuba, las invasiones de las luchas libertarias, tanto en el siglo XIX, como en el XX, se produjeron de Oriente hacia Occidente. Por ello mencioné, al borde del inicio del concierto, que se estaba produciendo con estas acciones de La gira interminable otra invasión, ahora de Occidente hacia Oriente y trayendo las expresiones vivas de la cultura y de la memoria del país, también a favor de la libertad y de la independencia, como aquellas, imprescindibles, que hacen posibles momentos y maravillas como estas ocurridas en Mayarí, ayer sábado, bajo la lluvia pertinaz y al calor irrebatible de la amistad y del amor.
Como se ve en esta apresurada crónica holguinera, la actividad de La gira… y de Silvio no comienza en el momento de las presentaciones iniciales ni termina con el último bis solicitado/exigido por el público asistente. Antes y después –además de los preparativos de producción y los montajes y desmontajes técnicos– están también los contactos de Silvio con la gente amiga que se acerca a conocerle o saludarle, la prensa –local o de otros lugares– que ha pedido unos minutos extras o la conversación rápida en la llegada o en la despedida.
Así ocurrió también ayer. Minutos antes del concierto se acercó a entregarle un volumen suyo el escritor mayarisero Emerio Medina, ganador del Premio Casa de las Américas 2010 con su libro de cuentos La bota sobre el toro muerto. Emerio había ganado muchos de los concursos de la zona oriental del país, como el Premio de la Ciudad de Holguín, así como también el Premio Iberoamericano de Cuento Julio Cortázar y el Premio UNEAC en el mismo género.
Me alegró que esta participación en la gira oriental me permitiera –entre otras muchas cosas– conocerle, proyectar algún encuentro creativo futuro y estar presente sobre todo cuando contó a Silvio lo importante que había sido descubrir que la canción “Angel para un final” estaba escrita para él, mientras vivía, años atrás, una situación sentimental complicada (como tantas veces nos sucede a tantas gentes). “Debe ser porque en el fondo escribo canciones para gente como tú”, le dijo Silvio antes de dedicarle su Cancionero y entregarle esa colección formidable de discos nacida del Premio Ojalá dedicado a la poesía de Martínez Villena. Durante el concierto Silvio se refirió a este rápido encuentro con Emerio Medina, “de quien Mayarí puede sentirse orgullosa, ahora en el terreno de la literatura, porque fue ganador del Premio Casa”.
Fue a petición de Emerio que Silvio, ya en la calle, rodeado por una parte del público de la explanada que se había quedado para despedirlo, se detuvo a saludar a Jesús Rodríguez, joven amigo del escritor y de muchos de los presentes, que sufrió un grave accidente hace poco tiempo. Jesús, junto a sus hijos, quedó también con la antología villeniana en sus manos.
Noche jubilosa esta de Mayarí, lluviosa e iluminada.
Unos minutos antes de esa despedida, a punto de iniciar el camino hacia Holguín, Silvio contestó una entrevista telefónica hecha desde Los Ángeles. El primer intento de llamada había sonado mientras el trovador estaba aún en los finales del concierto, sobre el escenario. Finalmente las preguntas y respuestas se produjeron a través del móvil en la casa vecina, frente a la calle donde esperaban los trovadictos mayariseros para despedirlo. La entrevista era para/por Gerardo Hernández, hermano ausente de aquella explanada, pero no de otros lugares imprescindibles.
Noche jubilosa. Cómo no.
Los 55 conciertos anteriores se habían celebrado en barrios poco favorecidos de La Habana (y, excepcionalmente de Santa Clara, Cienfuegos y Matanzas) desde la segunda mitad del año 2010, después que la comunidad La corbata, del municipio Playa se convirtió en el punto de arrancada de este proyecto cultural, generoso y activo, ideado y animado por Silvio para “sacar la música de los teatros y traerla al entorno más cercano de la gente, en estos tiempos difíciles”.
Como suele suceder con las cosas auténticas de la vida, aquella aventura que comenzaba no tenía un cronograma pre-establecido ni respondía a ninguna sugerencia o indicación externa. Incluso su nombre actual, La gira interminable, nació posteriormente, cuando Tony Guerrero, uno de los tres hermanos/luchadores antiterroristas que todavía cumplen injusta prisión en cárceles norteamericanas, le llamó así a esta fiesta de la cultura en la que conviven, enriqueciéndose mutuamente, las manifestaciones de la música culta y la música popular, mostrando su raíz común y su esencia compartida.
Este nuevo capítulo de la gira… fue realizado, además, junto a ese mayarisero universal, que se llama Frank Fernández, gloria de la música y la cultura cubanas, quien celebró recientemente su 70 cumpleaños. El piano de Frank, la guitarra de Silvio, la flauta de Niurka, la percusión de Oliver, los instrumentos del formidable trío Trovarroco vinieron a atestiguar a favor de esa concepción integradora y fecunda, capaz de conmover a un mismo público (incluso bajo la lluvia persistente) con una sonata de Mozart, una siciliana de Bach o una canción del trovador que acompañó los sueños y las vidas de muchos de los presentes en aquella explanada.
Como en todos los conciertos anteriores, la gira… dejó otro regalo a la comunidad. El sello Ojalá, el Instituto Cubano del Libro y las Ediciones La Memoria del Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau trajeron donaciones de publicaciones que fueron entregadas a la escuela primaria Frank País, donde quedarán como continuidad de esa noción viva de cultura que se respiró en la explanada mayarisera y como recordatorio de este día memorable.
Para colaborar en la entrega de esos libros y participar en la presentación del concierto hecha por Silvio, me tocó vivir la experiencia de compartir el tiempo y conocer (más) a los/las integrantes de ese grupo de gentes que garantizan la organización y preparación de los conciertos. Son los especialistas de sonido y de luces, los montadores de los espacios, los integrantes del equipo que ha grabado en video todos los conciertos, la gente que organiza la producción en cada una de esas locaciones en diálogo con las instituciones del lugar. Para resumir: Silvio los llama “los imprescindibles”, recordando el poema memorable de Bertolt Brecht.
Mientras Ojalá ofrece el conjunto casi total de recursos para estos conciertos (incluyendo, por supuesto, las actuaciones artísticas sin ninguna mediación económica), las instituciones locales casi siempre ofrecen su apoyo a “la actividad”, como acostumbramos llamar en Cuba a los acontecimientos de diverso tipo que ocurren en la comunidad o en la sociedad.
Cuando pregunté, en general, a la productora de la gira sobre ese apoyo, me explicó, gráfica y textualmente: “a veces ayudan (y puso la mano a una altura baja); otras veces ayudan (y puso la mano a una altura media de su cuerpo); y otras veces ayudan y puso la mano por sobre su cabeza”. Ese ha sido el caso de Mayarí, y por eso lo destacamos, contando la anécdota, al inicio del concierto.
Dentro de la presentación inicial de Frank Fernández se produjo este hecho excepcional dentro de los anales de la gira: el presidente del gobierno municipal, Julio César Estupiñán, entregó a Silvio el reconocimiento que lo distingue como Hijo ilustre de Mayarí, y Frank Fernández, ya nativo querido de este terruño, recibió una hermosa obra de arte como recuerdo de este día. Subrayo el carácter excepcional del hecho, porque Silvio ha mantenido –y mantendrá– el carácter íntimamente auténtico de la gira…, dedicada fundamentalmente a esa comunicación generosa y directa con los pobladores de las comunidades cubanas en las que se producen.
Este concierto mayarisero abrió entonces el capítulo oriental del proyecto, que se continuará el martes 10 en Nicaro y finalizará el viernes 13 (contra cualquier pronóstico cabalístico) en Moa. La dirección geográfica de esos movimientos me recordó –como a algunos seguramente– que en la Historia de Cuba, las invasiones de las luchas libertarias, tanto en el siglo XIX, como en el XX, se produjeron de Oriente hacia Occidente. Por ello mencioné, al borde del inicio del concierto, que se estaba produciendo con estas acciones de La gira interminable otra invasión, ahora de Occidente hacia Oriente y trayendo las expresiones vivas de la cultura y de la memoria del país, también a favor de la libertad y de la independencia, como aquellas, imprescindibles, que hacen posibles momentos y maravillas como estas ocurridas en Mayarí, ayer sábado, bajo la lluvia pertinaz y al calor irrebatible de la amistad y del amor.
Como se ve en esta apresurada crónica holguinera, la actividad de La gira… y de Silvio no comienza en el momento de las presentaciones iniciales ni termina con el último bis solicitado/exigido por el público asistente. Antes y después –además de los preparativos de producción y los montajes y desmontajes técnicos– están también los contactos de Silvio con la gente amiga que se acerca a conocerle o saludarle, la prensa –local o de otros lugares– que ha pedido unos minutos extras o la conversación rápida en la llegada o en la despedida.
Así ocurrió también ayer. Minutos antes del concierto se acercó a entregarle un volumen suyo el escritor mayarisero Emerio Medina, ganador del Premio Casa de las Américas 2010 con su libro de cuentos La bota sobre el toro muerto. Emerio había ganado muchos de los concursos de la zona oriental del país, como el Premio de la Ciudad de Holguín, así como también el Premio Iberoamericano de Cuento Julio Cortázar y el Premio UNEAC en el mismo género.
Me alegró que esta participación en la gira oriental me permitiera –entre otras muchas cosas– conocerle, proyectar algún encuentro creativo futuro y estar presente sobre todo cuando contó a Silvio lo importante que había sido descubrir que la canción “Angel para un final” estaba escrita para él, mientras vivía, años atrás, una situación sentimental complicada (como tantas veces nos sucede a tantas gentes). “Debe ser porque en el fondo escribo canciones para gente como tú”, le dijo Silvio antes de dedicarle su Cancionero y entregarle esa colección formidable de discos nacida del Premio Ojalá dedicado a la poesía de Martínez Villena. Durante el concierto Silvio se refirió a este rápido encuentro con Emerio Medina, “de quien Mayarí puede sentirse orgullosa, ahora en el terreno de la literatura, porque fue ganador del Premio Casa”.
Fue a petición de Emerio que Silvio, ya en la calle, rodeado por una parte del público de la explanada que se había quedado para despedirlo, se detuvo a saludar a Jesús Rodríguez, joven amigo del escritor y de muchos de los presentes, que sufrió un grave accidente hace poco tiempo. Jesús, junto a sus hijos, quedó también con la antología villeniana en sus manos.
Noche jubilosa esta de Mayarí, lluviosa e iluminada.
Unos minutos antes de esa despedida, a punto de iniciar el camino hacia Holguín, Silvio contestó una entrevista telefónica hecha desde Los Ángeles. El primer intento de llamada había sonado mientras el trovador estaba aún en los finales del concierto, sobre el escenario. Finalmente las preguntas y respuestas se produjeron a través del móvil en la casa vecina, frente a la calle donde esperaban los trovadictos mayariseros para despedirlo. La entrevista era para/por Gerardo Hernández, hermano ausente de aquella explanada, pero no de otros lugares imprescindibles.
Noche jubilosa. Cómo no.