28 de Septiembre del 2011
Por: Silvio Rodríguez Domínguez
Fuente: http://segundacita.blogspot.com/
Fotos: Silvio Rodríguez
Por: Silvio Rodríguez Domínguez
Fuente: http://segundacita.blogspot.com/
Fotos: Silvio Rodríguez
El concierto de anoche fue en el municipio de Playa, antiguamente Marianao. Más exactamente en la zona conocida como Puentes Grandes. Este lugar toma el nombre por dos puentes que pasaban sobre el río Almendares y comunicaban La Habana colonial con sus lindes occidentales. La comarca fue fundada en el siglo XVIII y se trató de poblar varias veces, tras ser destruida por ciclones y crecidas del río.
En la segunda mitad del siglo XIX, cuando el lugar contaba con unas 100 edificaciones, el patriota y escritor Esteban Borrero fue designado allí como médico, donde después se estableció con su familia. Su hija menor, Juana, desde niña escribía sonetos de estructura perfecta y pintaba con la luminosidad de los impresionistas europeos. Esta joven genial murió en el exilio, en los Estados Unidos, cuando todavía no había cumplido 20 años.
Ayer, viendo acercarse la hora del concierto, mirábamos al cielo amenazante. La cita había tenido que suspenderse el día anterior, por aguacero intenso.
La tarima fue puesta en La Ceiba, barrio de Puentes Grandes, a unos metros de Cantarrana, otro barriecito de por allí.
Estuvo con nosotros el digno hijo de Julia --mujer de bellas canciones y poemas-- Manolo Argudín, quien dando fe de su sonora voz de tenor puso de su cosecha, sin olvidar a Noel Nicola, de quien fue compañero en escenarios y tertulias.
Por suerte San Pedro(*), quien según dicen controla el grifo de agua en las alturas, se mantuvo arrobado por el arte trovadoresco de Argudín, mientras duró. Poco después de comenzar nosotros debe haberse acordado de que tenía los tanques llenos, porque abrió sin miserias la rosca del aliviadero.
Lo asombroso fue que nadie se movió. Y para colmo pedían otra (splash), otra (glub), otra... Todo nuestro invisible y valioso personal, nuestros muy audibles músicos, nuestros diversos instrumentos y aparatos --¡todos!-- demostraron ser anfibios, como en otras ocasiones… Yo quizá no tanto, pero ahí vamos.
(*) quise decir San Isidro
En la segunda mitad del siglo XIX, cuando el lugar contaba con unas 100 edificaciones, el patriota y escritor Esteban Borrero fue designado allí como médico, donde después se estableció con su familia. Su hija menor, Juana, desde niña escribía sonetos de estructura perfecta y pintaba con la luminosidad de los impresionistas europeos. Esta joven genial murió en el exilio, en los Estados Unidos, cuando todavía no había cumplido 20 años.
Ayer, viendo acercarse la hora del concierto, mirábamos al cielo amenazante. La cita había tenido que suspenderse el día anterior, por aguacero intenso.
La tarima fue puesta en La Ceiba, barrio de Puentes Grandes, a unos metros de Cantarrana, otro barriecito de por allí.
Estuvo con nosotros el digno hijo de Julia --mujer de bellas canciones y poemas-- Manolo Argudín, quien dando fe de su sonora voz de tenor puso de su cosecha, sin olvidar a Noel Nicola, de quien fue compañero en escenarios y tertulias.
Por suerte San Pedro(*), quien según dicen controla el grifo de agua en las alturas, se mantuvo arrobado por el arte trovadoresco de Argudín, mientras duró. Poco después de comenzar nosotros debe haberse acordado de que tenía los tanques llenos, porque abrió sin miserias la rosca del aliviadero.
Lo asombroso fue que nadie se movió. Y para colmo pedían otra (splash), otra (glub), otra... Todo nuestro invisible y valioso personal, nuestros muy audibles músicos, nuestros diversos instrumentos y aparatos --¡todos!-- demostraron ser anfibios, como en otras ocasiones… Yo quizá no tanto, pero ahí vamos.
(*) quise decir San Isidro