16 de Abril del 2016
Por: Soledad Campo
Fuente: Heraldo
Fotos: Guillermo Mestre
Por: Soledad Campo
Fuente: Heraldo
Fotos: Guillermo Mestre
Ese Silvio Rodríguez que se lleva en los genes, con el que unos cantaron y soñaron la revolución, otros se enamoraron y a otros los acunó desde que fueron engendrados, se revisitó ayer en el pabellón Príncipe Felipe de Zaragoza ante alrededor de unos 3.500 espectadores. Lo decía Paco Romero, un profesor sabiñaniguense: "Silvio está en la misma genética. Es como si lo hubiera escuchado toda la vida y mis hijos desde antes de nacer".
Y así se podrían contar muchas historias marcadas por sus temas de amor y por los himnos generacionales de la etapa más revolucionaria de toda América Latina. Como la de Victoria Masó, una zaragozana que les regaló a sus padres las entradas del concierto "porque me encanta gracias a ellos". O la de Arancha Gasca y Jesús López, que compartieron la velada con sus hijos de tres y un año (por cierto, que con tres años ya se paga).
Los primeros compases de la noche los puso el cuarteto instrumental con su piano vibráfono, contrabajo y batería con un tema entre el jazz y la balada. Unos minutos de aperitivo antes de que Silvio Rodríguez tomase el mando. Y lo hizo, casi oculto, tras una poblada barba blanca, boina, unos inmensos auriculares y su guitarra. Casi como para pasar desapercibido fuera del escenario, porque lleva un par de días en la capital aragonesa y ayer por la mañana visitó la plaza del Pilar y la Basílica.
"Buenas noches, Zaragoza", saludó cuando se apagaron los aplausos. Parco en palabras, explicó que iba a comenzar presentado su nuevo disco ‘Amoríos’. Y sonaron Una canción de amor esta noche, Tu soledad me abriga la garganta y Tonada del albedrío, canción con la que entraron en escena Niurka González, con la flauta travesera y clarinete (un placer sus solos) y el Trío Trovarroco, con la guitarra, el bajo y el tres cubano. Así, ya estaban al completo los ochos músicos que le arropan en esta gira.
Hubo que esperar a la cuarta entrega para escuchar una alusión directa a la ciudad. "Todo el mundo nos dijo que aquí hacía un frío tremendo. Amigos de toda la vida. En Zaragoza se van a congelar, y vinimos cómo si fuéramos al Polo Norte. ¡Qué barbaridad!", dijo antes de hacer ese guiño a la rumba que nunca falta en sus espectáculos con Día de agua.
Antes de echar la mirada atrás y revisitar sus temas más clásicos, Silvio Rodríguez se recreó con una especie de "suite" formada por cuatro obras que compuso en 1970, ‘Exposición de una mujer con sombrero’. Solo grabó una, Óleo de mujer con sombrero, y ahora las incluye como una tetralogía en ‘Amoríos’. "Es una obrita de unos cuantos minutos, así que, si no se aburren, nos vemos dentro de un ratico", bromeó antes de comenzar. Y nadie se movió, por supuesto.
Cuando llevaba una hora de actuación, se retiró unos minutos y dejó todo el protagonismo al Trío Trovarroco. No hizo esperar demasiado y regresó con un aterciopelado Mujeres. Fue a partir de entonces cuando disfrutaron sus más fieles seguidores con esos clásicos de su catálogo musical como Sueño con serpientes, Unicornio y San Petersburgo, un tema sobre el que contó la anécdota de que la historia de la novia rusa abandonada el día de su boda se la robó a Gabriel García Márquez cuando coincidieron en un avión casi vacío azotado por el mal tiempo.
Su anterior concierto en la capital aragonesa fue en septiembre de 2006 y había ganas de este juglar cubano con su característica voz que parece envejecer tan bien como su repertorio. Los momentos más mágicos llegaron al final, después de casi dos horas y media de concierto, cuando, ya en los bises, la gente se puso en pie. Muchos se acercaron hasta el ‘foso’ y Silvio Rodríguez a primera línea de escenario. El Príncipe Felipe se rindió a sus pies ante un Ojalá que casi invitaba a llorar.
Y así se podrían contar muchas historias marcadas por sus temas de amor y por los himnos generacionales de la etapa más revolucionaria de toda América Latina. Como la de Victoria Masó, una zaragozana que les regaló a sus padres las entradas del concierto "porque me encanta gracias a ellos". O la de Arancha Gasca y Jesús López, que compartieron la velada con sus hijos de tres y un año (por cierto, que con tres años ya se paga).
Los primeros compases de la noche los puso el cuarteto instrumental con su piano vibráfono, contrabajo y batería con un tema entre el jazz y la balada. Unos minutos de aperitivo antes de que Silvio Rodríguez tomase el mando. Y lo hizo, casi oculto, tras una poblada barba blanca, boina, unos inmensos auriculares y su guitarra. Casi como para pasar desapercibido fuera del escenario, porque lleva un par de días en la capital aragonesa y ayer por la mañana visitó la plaza del Pilar y la Basílica.
"Buenas noches, Zaragoza", saludó cuando se apagaron los aplausos. Parco en palabras, explicó que iba a comenzar presentado su nuevo disco ‘Amoríos’. Y sonaron Una canción de amor esta noche, Tu soledad me abriga la garganta y Tonada del albedrío, canción con la que entraron en escena Niurka González, con la flauta travesera y clarinete (un placer sus solos) y el Trío Trovarroco, con la guitarra, el bajo y el tres cubano. Así, ya estaban al completo los ochos músicos que le arropan en esta gira.
Hubo que esperar a la cuarta entrega para escuchar una alusión directa a la ciudad. "Todo el mundo nos dijo que aquí hacía un frío tremendo. Amigos de toda la vida. En Zaragoza se van a congelar, y vinimos cómo si fuéramos al Polo Norte. ¡Qué barbaridad!", dijo antes de hacer ese guiño a la rumba que nunca falta en sus espectáculos con Día de agua.
Entre clásicos y anécdotas
Antes de echar la mirada atrás y revisitar sus temas más clásicos, Silvio Rodríguez se recreó con una especie de "suite" formada por cuatro obras que compuso en 1970, ‘Exposición de una mujer con sombrero’. Solo grabó una, Óleo de mujer con sombrero, y ahora las incluye como una tetralogía en ‘Amoríos’. "Es una obrita de unos cuantos minutos, así que, si no se aburren, nos vemos dentro de un ratico", bromeó antes de comenzar. Y nadie se movió, por supuesto.
Cuando llevaba una hora de actuación, se retiró unos minutos y dejó todo el protagonismo al Trío Trovarroco. No hizo esperar demasiado y regresó con un aterciopelado Mujeres. Fue a partir de entonces cuando disfrutaron sus más fieles seguidores con esos clásicos de su catálogo musical como Sueño con serpientes, Unicornio y San Petersburgo, un tema sobre el que contó la anécdota de que la historia de la novia rusa abandonada el día de su boda se la robó a Gabriel García Márquez cuando coincidieron en un avión casi vacío azotado por el mal tiempo.
Su anterior concierto en la capital aragonesa fue en septiembre de 2006 y había ganas de este juglar cubano con su característica voz que parece envejecer tan bien como su repertorio. Los momentos más mágicos llegaron al final, después de casi dos horas y media de concierto, cuando, ya en los bises, la gente se puso en pie. Muchos se acercaron hasta el ‘foso’ y Silvio Rodríguez a primera línea de escenario. El Príncipe Felipe se rindió a sus pies ante un Ojalá que casi invitaba a llorar.