Los amoríos de Silvio: Primera escucha


Por: Amaury Pérez Vidal, para Cubadebate.
21 de Noviembre del 2015


Ya no es habitual, como en otros tiempos, que Silvio Rodríguez y yo nos encontremos con frecuencia cara a cara, las ocupaciones de ambos lo impiden, aunque claro hablamos por teléfono sin largas intermitencias y nos escribimos semanalmente por cualquier motivo comentándonos, o cuestionándonos, lo humano y lo divino.

El otro día me llamó porque deseaba pasar por casa para que escucháramos juntos; él y yo, su mas reciente disco titulado “Amoríos” que estará disponible en el mercado, término que detestamos ambos, próximamente. No me extrañó su amoroso reclamo porque ocurre cada vez que está a punto de finalizar cualquiera de sus obras discográficas. ¿Confía en mi oído? nunca le he preguntado, pero respeta, o aprecia para ser preciso, mis opiniones tal vez porque sabe que la música me acompaña al menos doce de las horas de mis días interminables y que entreno mi oído constantemente con cada audición.

La “escucha” en casa no es la optima (la de su casa tampoco aunque parezca increíble) pero se acerca a la del común de los mortales, a la de los hogares cubanos y poco, o muy poco para ser riguroso, a la impecable, aséptica y pulcra de los estudios de grabación. Silvio, un perfeccionista irreductible, trabaja, además de las canciones (puede y logra transformarlas para mejor), las orquestaciones, el acople, la interpretación y el sonido de sus discos como si fuera el último aún teniendo en el asador, y a punto de cocción, unos tres o cuatro más.

Una vez instalados frente a los parlantes, y antes de hacerlos repicar, le hice conocer mi única inquietud: ¿Como se corresponderá el título del álbum con su contenido porque la discreción es consustancial a tu manera de conducirte? ¡Escuchémoslo y después hablamos! me respondió sin inmutarse. No es menos cierto que conocía casi todos los temas y que tanto en México como en La Habana había tenido la oportunidad de disfrutarlos en varios conciertos con su nueva propuesta, pero el registro sonoro no es el mismo en directo que en un disco. Una vez transitado el tercer track, la inquietud primigenia se tornó certeza: Ahí estaba Silvio desnudándose, a su manera, pero desnudándose en fin mientras le acompaña una voz que se niega a envejecer y un timbre privilegiado por inconfundible.

“Amoríos” nos revela un nuevo Silvio, el que se reinventa hasta el infinito como si no le bastara una obra que nos trasciende desde hace mucho y apostara por registros y tesituras nuevas y arriesgadas; todos lo que lo conocemos y admiramos sabemos que el riesgo es algo a lo que no quiere renunciar para bien suyo y nuestro.

La trouppé que le acompaña en esta insólita aventura no podría haber sido mejor conformada entre la pléyade de finísimos y capaces intérpretes con que cuenta nuestro país: Jorge Aragón Jr. en el piano y las orquestaciones, el Maestro Jorge Reyes en el contrabajo, Oliver Valdés en la batería y la percusión, Emilio Vega en el vibráfono y la percusión, Niurka González en las flautas y el clarinete bajo, Anabell López en los coros, Tanmy López en el violín y los coros, Maykel Elizarde en el tres, la Orquesta del Liceo Mozarteum de La Habana bajo la dirección de José Antonio Méndez Jr. y el propio Silvio en las guitarras, voces, percusión y el diseño conceptual del fonograma. Nadie pretende sobresalir. Nadie queda por debajo.

Las canciones incluidas, me revelaron un peregrinaje infinito de baladas comprometidas con el folk, el country y el blues y otras como visitas personalísimas a nuestros géneros mas autóctonos, rítmicos, y me entretuvieron, e interesaron, hasta el punto en que el disco se me hizo breve en cuanto a duración y no lo es. Una suerte de melancolía, lírica y melódica, lo recorre desde el comienzo hasta el final, y en tiempos donde el bullicio y la arrogancia le roban espacio a la moderación y la ternura, es algo que personalmente agradezco.

Me gustaría, ejercitando la memoria, hacer un recuento de los temas uno por uno, y redescubrirlos para nombrarlos, pero resultaría un esfuerzo inútil porque cada tonada tiene, o conserva en el caso de las más antiguas, su propio mundo, su propio espíritu, sin que eso sea una contradicción a la hora de agruparlas y exponerlas como un conjunto. Ahí descansa otro de los aciertos del disco.

Tendré que esperar a tenerlo en las manos para definir, oyéndolo una y otra vez, los detalles, emociones, sutilezas y desgarraduras que lo convocaron. No soy un musicólogo, ni un avezado crítico discográfico, solo pretendo dejar constancia, como amigo en privilegio, de las sensaciones que me anegaron, y aún lo hacen, aquel venturoso mediodía en que mi entrañable Silvio y sus “Amoríos” visitaron nuestro hogar, y desangrar públicamente mis remembranzas, mis entendederas, y porqué no, ¡que caray!, mi corazón.