Entrevistó: Por SAHILY TABARES para Revista Bohemia
16 de Octubre del 2020
En exclusiva con BOHEMIA, el trovador comparte recuerdos, pensamientos y reflexiona sobre los peligros del mundo donde vivimos, donde los poderosos bloquean
Una, otra vez, desata infinitos sentimientos. Con él descubrimos poderes intangibles en lo recóndito del alma. Disfruta cantar las ideas, lo seducen afanes indagatorios en el ser, el acontecer, quizá por esto nunca abandona las remembranzas, los nuevos proyectos, el abordaje de las complejidades de la vida.
Silvio Rodríguez Domínguez (San Antonio de los Baños, La Habana, 1946), reconocido por generaciones como uno de los más importantes compositores e intérpretes de la Nueva Trova cubana de amplia repercusión internacional, descuella por los aportes a la cancionística contemporánea en cuanto a poética y sonoridades.
Al revisitar su amplio repertorio percibimos un tono intimista en el que prevalece la palabra en combate. En tiempos de la COVID-19 motiva varias preguntas el inquietante trovador: ¿cómo transcurren sus procesos creativos: textos, músicas, orquestaciones?, ¿de qué manera influye la difícil coyuntura sanitaria en la inspiración y el arte de componer?
Mediante respuestas virtuales acorta la distancia: “En estas condiciones hay mucho tiempo para concebir trabajos y ninguno para realizarlos. Por primera vez desde que tengo uso de razón todo el planeta está a la espera de lo mismo. Sería tremendo si fuera una declaración de paz universal o de respeto a la naturaleza. Cuántos mitos se vendrían al suelo”.
Indago por el fonograma más reciente, Para la espera, de amplia difusión en la radio y las redes sociales. Comenta: “Lo que publico antecede a la pandemia, no era ni siquiera un disco en preparación, es la materia prima, registros iniciales de las primeras versiones grabadas de temas compuestos en los últimos 10 años. Sobre ellas suelo trabajar después y hacer otras a veces compartidas con músicos. Decidí presentarlo en estos momentos para tratar de aportar algo.
“En la nota de presentación dedico el disco a la memoria de varios amigos, excelentes creadores que el mundo ha perdido recientemente. Los relaciono en el orden de su partida: Túpac Pinilla Núñez, sicólogo, cineasta y editor (28-8-1972/17-3-2020); Juan Padrón Blanco, historietista y cineasta (29-1-1947/24-3-2020); Luis Eduardo Aute, pintor, cantautor y cineasta (13-9-1943/4-4-2020); a quien le canté Noche sin fin y mar en el hospital cuando él pasaba por un momento muy difícil, su reacción positiva me motivó a dedicársela; César López, poeta, escritor, ensayista (25-12-1933/7-4-2020); Luis Sepúlveda, escritor, periodista y cineasta (4-10-1949/ 16-4-2020); Marcos Mundstock, locutor, escritor y humorista (25-5-1942/ 22-4-2020); y Óscar Chávez, cantante, actor, compositor (20-3-1935/30-4-2020)”.
Le recuerdo que en otra ocasión nos dijo: cantar da dolores, alegrías, y a la vez enseña mucho de la vida. Antes, ahora, rechaza las sonrisas de conformidad, es un artista con los pies sobre la tierra, escruta la realidad cotidiana. “Todas las mañanas leo la prensa a través de Internet. Recuerdo muchas discusiones con compañeros por la parcialización de la información que sufrimos durante años. La Internet tiene sus pegas, es un instrumento, el cual depende de cómo se le utilice, por eso también es transmisor de mentiras, pero ha emparejado notablemente el acceso al saber. Como en todo, hay que tener criterio, leer críticamente. Para mí es importante la variedad, la confrontación de pareceres, esto hace pensar”.
Entusiasmado hace referencia a su blog Segunda cita (blogspot.segundacita.com). “Lo uso hace 10 años para intercambiar con amigos, además tengo una cuenta en Facebook en la que publico cosas del blog. Mi relación con las redes es bastante precaria desde el punto de vista de la velocidad, las interrupciones. Mi música la sube una compañía que se dedica a eso”.
Siempre le ha preocupado la pérdida de la memoria musical del presente. “Impulsé la idea de construir los estudios de grabación Abdala, espero que estén contribuyendo al desarrollo de toda nuestra música, como desde el inicio fue su propósito”, precisa.
Al comentarle sobre el mercado, la estandarización de los gustos impuestos por los monopolios y la incidencia de ambos en el progreso de la música, dice: “Todo lo que es vendible acaba transformándose en industria. Predomina la mentalidad de obtener ganancias en todo, hasta en la cura de las enfermedades. La música también es comercializable, ha inflado un mundo fabuloso basado en la ilusión, aunque dentro de eso también hay expresiones de verdadera calidad. Hoy muchos artistas que son conscientes en el mundo, toman partido por las causas justas, gente con dignidad. Esto nos salva”.
Imposible intercambiar con Silvio sin proponerle reflexionar sobre cómo enfrentar la seudocultura, el influjo de la industria hegemónica del entretenimiento, sus principales debilidades.
Para él, “la principal fortaleza de la cultura cubana es su propia existencia, su origen, su autenticidad y su eclecticismo. La principal debilidad es que los medios que la difunden no pueden sustraerse de imitar a la cultura hegemónica. Todos los programas superestelares que surgen son calcos de los shows de moda en el mundo. Hay una especie de complejo de aldeano que ni los más fervientes adoctrinamientos han logrado reducir, ¿por qué será?
“Las independencias comienzan todas por la autosuficiencia económica, la educación científica y cultural. Cuando uno es capaz de autoabastecer su mesa, de leer, escribir, tiene lo básico para ser autónomo en cualquier terreno. Después viene observar lo que nos rodea críticamente y con toda conciencia aprender de lo que vale la pena”.
Múltiples vivencias nutren al trovador, de ellas forman parte las giras realizadas por los barrios más humildes de La Habana: “Son la posibilidad de ir a lugares hacia donde es difícil trasladarse, bien sea por la lejanía, las deficiencias del transporte o las costumbres arraigadas en quienes viven apartados; brindan la posibilidad de conectar directamente con zonas sociales y entregarles lo que uno es capaz de hacer, dárselo sin intermediarios, sin lucro, solo a través del afecto y el respeto por el prójimo”.
¿Cómo asume el financiamiento, la estrategia de cada concierto, los repertorios, el trabajo creativo junto a la flautista Niurka González y el trío Trovarroco?, pregunto.
“El proyecto Ojalá no tiene algunos medios (el escenario, las luces), el Estado nos ayuda. Todo lo demás lo ponemos nosotros, incluido un pequeño estímulo a los trabajadores que arman y desarman la tarima, a quienes cuidan. Los músicos, los artistas participantes en los conciertos, siempre han donado el importe de sus actuaciones.
“Los repertorios no son pensados del todo. Hay un núcleo de canciones que generalmente piden y estas son más o menos fijas en los varios formatos con los que nos presentamos, lo demás cambia con el tiempo. Llevamos tantos años trabajando, si hacemos un recuento de la música nos asombramos, pasarían muchas horas si las juntáramos. Nadie soporta un concierto así de largo, empezando por nosotros”.
Según agrega, las giras por las prisiones fueron muy satisfactorias: “Lo que en la calle es un acercamiento, una opción cultural, en la cárcel significa sobre todo un gesto de apoyo. Nadie agradece más la solidaridad que quien no tiene libertad. Hemos tenido experiencias muy conmovedoras, después, al cabo de los años, cuando nos hemos encontrado con algunos exreclusos y excustodios vivimos emociones edificantes”.
En algunos momentos lo han llamado el hombre de las mil canciones, el trovador de las multitudes, tal vez por su enriquecido bagaje cultural. En lo aprehendido, lideran conceptos entrañables.
“José Zacarias Tallet dijo que hay poesía hasta en la catalina de una bicicleta, creo que la poesía puede estar en todas partes”.
Su discografía lo hace patente, no olvidamos la valía del fonograma Días y flores, que hace años cautivó a generaciones.
“Seguro lo dice por usted misma. Lo comprendo, se lo agradezco. Pero muy rara vez vuelvo sobre mis discos, algunos no los he escuchado en décadas. Debe ser que trabajo mucho en ellos y les cojo roña”, confiesa.
A propósito, le comento, existen cantores jóvenes que registran sus temas e intentan un proceso de renovación en textos, músicas, ¿continúa la trova siendo la Cenicienta en cuanto a presencia, promoción y difusión en los medios de comunicación audiovisual?
“Ante todo reconozco a mis referentes, los grandes de la trova. Por ejemplo, al viejo Rosendo Ruiz Suárez me lo acercó su hijo Rosendito en un Festival de la trova en Santiago de Cuba. La actividad se celebró en una fábrica de bebidas espirituosas. Él, por supuesto, ya era una leyenda viva, fue muy estimulante que me escuchara y dijera unas palabras de aliento. Viví un momento inolvidable.
“Vamos el presente: he visto a varios muchachos con guitarra, por lo general en grupos musicales y videoclips de buena hechura. Hay algunos dúos y tríos acústicos, pero en general la figura austera del trovador se sigue viendo menos. Eso es bastante lógico, lo espectacular es más deslumbrante. Disfrutar la desnudez de texto y música siempre ha sido de acceso más difícil, un tanto exclusivo, aunque ha habido excepciones”.
Al inquirir si ha pensado en programas para la radio y la televisión donde comparta con los públicos sus puntos de vista e inspiraciones que lo nutren, revela:
“Hace muchos años lo pensé y de hecho lo iba a hacer, pero Jorge Gómez se me adelantó (esto es una broma con él). Me gustaría hacerlo para poner no mi música, sino la que me gusta y escucho siempre, o la que ocasionalmente encuentro, me motiva.
“A los 20 años conduje el espacio Mientras tanto, fue un éxito porque reunió a varios creadores: Eduardo Moya, su director; Víctor Casaus, René Azcuy. En el programa aparecían personalidades de las artes escénicas, musicales, las letras. Tiempo después Julio Pulido y Danilo Sirio querían que hiciera algo parecido, pero entonces yo viajaba mucho”.
¿Y la música para cine?, preciso.
“Es algo en lo que empecé a ejercitarme cuando formaba parte del Grupo de Experimentación Sonora del Icaic, lo interrumpí por determinadas circunstancias. Es complejo mantener un ritmo de conciertos como el que llegué a tener, a la vez componer, grabar música para el cine. Fue difícil para alguien que no tiene una formación académica, como es mi caso. Lo he vuelto a hacer aisladamente, me da gusto porque siempre es un aprendizaje. Inventar canciones es un juego entretenido, también dibujar o hacer fotografías. Son otros juegos quizá menos visibles, pero me acompañan”.
Le pido avanzar en el tiempo y traigo a colación un concierto memorable en el Pico Turquino.
“Fue el 28 de enero de 1989, al inicio de la gira que hicimos con el grupo Afrocuba por todo el país. Nos esperaban 30 y tantas presentaciones. Subieron a la montaña varios cientos de jóvenes, incluso una señora mayor en tacones. Nunca antes se había hecho una emisión televisiva desde la cima del Turquino y creo que nunca más se ha vuelto a hacer. Cantamos Vicente Feliú y yo durante una hora. Tan pronto acabamos entró en el cielo una nube como un manto blanco a la manera de un telón de fondo”.
Diversos escenarios deben plantearle otros desafíos, ¿algunos lo cautivan, aunque nunca haya estado allí?
“Digamos que las circunstancias me fueron llevando a estar en escenarios, pero nunca me sentí un animal de escena. Sin embargo, creo haber visto una foto de Víctor Jara guitarra en mano y con Machu Picchu de fondo. No me imagino un escenario más impresionante”.
Tal vez no le sorprende escuchar nuestra provocación: después de tanto ir y venir por el mundo, ¿nunca pensó en vivir fuera de Cuba?
“La primera vez que visité Guanajuato, México, me dije: aquí yo pudiera vivir. Después estuve en otros sitios hermosos, gratos, tal vez haya vuelto a sentir algo parecido. Entre 1996 y 1997 fui mucho a París, porque Niurka estudiaba allí, la pasé bien, aprendí cosas, sobre todo hice vida de persona normal, lo cual es muy tentador. Pero allá, en el fondo, sabía que iba a regresar. Soy como el perro Buck que responde al llamado de la selva”.
La memoria, el presente, la aguzada filosofía del creador motivan la pregunta: ¿cómo sueña, piensa e imagina el mundo en los próximos años?
“Soñar e imaginar tienen que ver, pero si nos ponemos a pensar ya es otra cosa. Vivimos en un mundo cada vez más disparatado donde los más poderosos en vez de impartir orden basado en la justicia, roban, matan, bloquean, dan muy malos ejemplos. Y la gente parece aprender más rápido de lo malo que de lo bueno. Sobre esto siempre recuerdo una vez, muy al principio, cuando un 4 de abril Fidel les hablaba a los jóvenes y les decía que el ocio era espontáneo y la virtud había que cultivarla. Es mucho lo que nos falta por cultivar a todos. Mientras más seamos será más difícil de lograrlo”.
Una, otra vez, desata infinitos sentimientos. Con él descubrimos poderes intangibles en lo recóndito del alma. Disfruta cantar las ideas, lo seducen afanes indagatorios en el ser, el acontecer, quizá por esto nunca abandona las remembranzas, los nuevos proyectos, el abordaje de las complejidades de la vida.
Silvio Rodríguez Domínguez (San Antonio de los Baños, La Habana, 1946), reconocido por generaciones como uno de los más importantes compositores e intérpretes de la Nueva Trova cubana de amplia repercusión internacional, descuella por los aportes a la cancionística contemporánea en cuanto a poética y sonoridades.
Al revisitar su amplio repertorio percibimos un tono intimista en el que prevalece la palabra en combate. En tiempos de la COVID-19 motiva varias preguntas el inquietante trovador: ¿cómo transcurren sus procesos creativos: textos, músicas, orquestaciones?, ¿de qué manera influye la difícil coyuntura sanitaria en la inspiración y el arte de componer?
Mediante respuestas virtuales acorta la distancia: “En estas condiciones hay mucho tiempo para concebir trabajos y ninguno para realizarlos. Por primera vez desde que tengo uso de razón todo el planeta está a la espera de lo mismo. Sería tremendo si fuera una declaración de paz universal o de respeto a la naturaleza. Cuántos mitos se vendrían al suelo”.
Indago por el fonograma más reciente, Para la espera, de amplia difusión en la radio y las redes sociales. Comenta: “Lo que publico antecede a la pandemia, no era ni siquiera un disco en preparación, es la materia prima, registros iniciales de las primeras versiones grabadas de temas compuestos en los últimos 10 años. Sobre ellas suelo trabajar después y hacer otras a veces compartidas con músicos. Decidí presentarlo en estos momentos para tratar de aportar algo.
“En la nota de presentación dedico el disco a la memoria de varios amigos, excelentes creadores que el mundo ha perdido recientemente. Los relaciono en el orden de su partida: Túpac Pinilla Núñez, sicólogo, cineasta y editor (28-8-1972/17-3-2020); Juan Padrón Blanco, historietista y cineasta (29-1-1947/24-3-2020); Luis Eduardo Aute, pintor, cantautor y cineasta (13-9-1943/4-4-2020); a quien le canté Noche sin fin y mar en el hospital cuando él pasaba por un momento muy difícil, su reacción positiva me motivó a dedicársela; César López, poeta, escritor, ensayista (25-12-1933/7-4-2020); Luis Sepúlveda, escritor, periodista y cineasta (4-10-1949/ 16-4-2020); Marcos Mundstock, locutor, escritor y humorista (25-5-1942/ 22-4-2020); y Óscar Chávez, cantante, actor, compositor (20-3-1935/30-4-2020)”.
Le recuerdo que en otra ocasión nos dijo: cantar da dolores, alegrías, y a la vez enseña mucho de la vida. Antes, ahora, rechaza las sonrisas de conformidad, es un artista con los pies sobre la tierra, escruta la realidad cotidiana. “Todas las mañanas leo la prensa a través de Internet. Recuerdo muchas discusiones con compañeros por la parcialización de la información que sufrimos durante años. La Internet tiene sus pegas, es un instrumento, el cual depende de cómo se le utilice, por eso también es transmisor de mentiras, pero ha emparejado notablemente el acceso al saber. Como en todo, hay que tener criterio, leer críticamente. Para mí es importante la variedad, la confrontación de pareceres, esto hace pensar”.
Entusiasmado hace referencia a su blog Segunda cita (blogspot.segundacita.com). “Lo uso hace 10 años para intercambiar con amigos, además tengo una cuenta en Facebook en la que publico cosas del blog. Mi relación con las redes es bastante precaria desde el punto de vista de la velocidad, las interrupciones. Mi música la sube una compañía que se dedica a eso”.
Siempre le ha preocupado la pérdida de la memoria musical del presente. “Impulsé la idea de construir los estudios de grabación Abdala, espero que estén contribuyendo al desarrollo de toda nuestra música, como desde el inicio fue su propósito”, precisa.
Al comentarle sobre el mercado, la estandarización de los gustos impuestos por los monopolios y la incidencia de ambos en el progreso de la música, dice: “Todo lo que es vendible acaba transformándose en industria. Predomina la mentalidad de obtener ganancias en todo, hasta en la cura de las enfermedades. La música también es comercializable, ha inflado un mundo fabuloso basado en la ilusión, aunque dentro de eso también hay expresiones de verdadera calidad. Hoy muchos artistas que son conscientes en el mundo, toman partido por las causas justas, gente con dignidad. Esto nos salva”.
La víspera de siempre
Imposible intercambiar con Silvio sin proponerle reflexionar sobre cómo enfrentar la seudocultura, el influjo de la industria hegemónica del entretenimiento, sus principales debilidades.
Para él, “la principal fortaleza de la cultura cubana es su propia existencia, su origen, su autenticidad y su eclecticismo. La principal debilidad es que los medios que la difunden no pueden sustraerse de imitar a la cultura hegemónica. Todos los programas superestelares que surgen son calcos de los shows de moda en el mundo. Hay una especie de complejo de aldeano que ni los más fervientes adoctrinamientos han logrado reducir, ¿por qué será?
“Las independencias comienzan todas por la autosuficiencia económica, la educación científica y cultural. Cuando uno es capaz de autoabastecer su mesa, de leer, escribir, tiene lo básico para ser autónomo en cualquier terreno. Después viene observar lo que nos rodea críticamente y con toda conciencia aprender de lo que vale la pena”.
Por quien merece amor
Múltiples vivencias nutren al trovador, de ellas forman parte las giras realizadas por los barrios más humildes de La Habana: “Son la posibilidad de ir a lugares hacia donde es difícil trasladarse, bien sea por la lejanía, las deficiencias del transporte o las costumbres arraigadas en quienes viven apartados; brindan la posibilidad de conectar directamente con zonas sociales y entregarles lo que uno es capaz de hacer, dárselo sin intermediarios, sin lucro, solo a través del afecto y el respeto por el prójimo”.
¿Cómo asume el financiamiento, la estrategia de cada concierto, los repertorios, el trabajo creativo junto a la flautista Niurka González y el trío Trovarroco?, pregunto.
“El proyecto Ojalá no tiene algunos medios (el escenario, las luces), el Estado nos ayuda. Todo lo demás lo ponemos nosotros, incluido un pequeño estímulo a los trabajadores que arman y desarman la tarima, a quienes cuidan. Los músicos, los artistas participantes en los conciertos, siempre han donado el importe de sus actuaciones.
“Los repertorios no son pensados del todo. Hay un núcleo de canciones que generalmente piden y estas son más o menos fijas en los varios formatos con los que nos presentamos, lo demás cambia con el tiempo. Llevamos tantos años trabajando, si hacemos un recuento de la música nos asombramos, pasarían muchas horas si las juntáramos. Nadie soporta un concierto así de largo, empezando por nosotros”.
Según agrega, las giras por las prisiones fueron muy satisfactorias: “Lo que en la calle es un acercamiento, una opción cultural, en la cárcel significa sobre todo un gesto de apoyo. Nadie agradece más la solidaridad que quien no tiene libertad. Hemos tenido experiencias muy conmovedoras, después, al cabo de los años, cuando nos hemos encontrado con algunos exreclusos y excustodios vivimos emociones edificantes”.
Venga la esperanza
En algunos momentos lo han llamado el hombre de las mil canciones, el trovador de las multitudes, tal vez por su enriquecido bagaje cultural. En lo aprehendido, lideran conceptos entrañables.
“José Zacarias Tallet dijo que hay poesía hasta en la catalina de una bicicleta, creo que la poesía puede estar en todas partes”.
Su discografía lo hace patente, no olvidamos la valía del fonograma Días y flores, que hace años cautivó a generaciones.
“Seguro lo dice por usted misma. Lo comprendo, se lo agradezco. Pero muy rara vez vuelvo sobre mis discos, algunos no los he escuchado en décadas. Debe ser que trabajo mucho en ellos y les cojo roña”, confiesa.
A propósito, le comento, existen cantores jóvenes que registran sus temas e intentan un proceso de renovación en textos, músicas, ¿continúa la trova siendo la Cenicienta en cuanto a presencia, promoción y difusión en los medios de comunicación audiovisual?
“Ante todo reconozco a mis referentes, los grandes de la trova. Por ejemplo, al viejo Rosendo Ruiz Suárez me lo acercó su hijo Rosendito en un Festival de la trova en Santiago de Cuba. La actividad se celebró en una fábrica de bebidas espirituosas. Él, por supuesto, ya era una leyenda viva, fue muy estimulante que me escuchara y dijera unas palabras de aliento. Viví un momento inolvidable.
“Vamos el presente: he visto a varios muchachos con guitarra, por lo general en grupos musicales y videoclips de buena hechura. Hay algunos dúos y tríos acústicos, pero en general la figura austera del trovador se sigue viendo menos. Eso es bastante lógico, lo espectacular es más deslumbrante. Disfrutar la desnudez de texto y música siempre ha sido de acceso más difícil, un tanto exclusivo, aunque ha habido excepciones”.
Al inquirir si ha pensado en programas para la radio y la televisión donde comparta con los públicos sus puntos de vista e inspiraciones que lo nutren, revela:
“Hace muchos años lo pensé y de hecho lo iba a hacer, pero Jorge Gómez se me adelantó (esto es una broma con él). Me gustaría hacerlo para poner no mi música, sino la que me gusta y escucho siempre, o la que ocasionalmente encuentro, me motiva.
“A los 20 años conduje el espacio Mientras tanto, fue un éxito porque reunió a varios creadores: Eduardo Moya, su director; Víctor Casaus, René Azcuy. En el programa aparecían personalidades de las artes escénicas, musicales, las letras. Tiempo después Julio Pulido y Danilo Sirio querían que hiciera algo parecido, pero entonces yo viajaba mucho”.
¿Y la música para cine?, preciso.
“Es algo en lo que empecé a ejercitarme cuando formaba parte del Grupo de Experimentación Sonora del Icaic, lo interrumpí por determinadas circunstancias. Es complejo mantener un ritmo de conciertos como el que llegué a tener, a la vez componer, grabar música para el cine. Fue difícil para alguien que no tiene una formación académica, como es mi caso. Lo he vuelto a hacer aisladamente, me da gusto porque siempre es un aprendizaje. Inventar canciones es un juego entretenido, también dibujar o hacer fotografías. Son otros juegos quizá menos visibles, pero me acompañan”.
Le pido avanzar en el tiempo y traigo a colación un concierto memorable en el Pico Turquino.
“Fue el 28 de enero de 1989, al inicio de la gira que hicimos con el grupo Afrocuba por todo el país. Nos esperaban 30 y tantas presentaciones. Subieron a la montaña varios cientos de jóvenes, incluso una señora mayor en tacones. Nunca antes se había hecho una emisión televisiva desde la cima del Turquino y creo que nunca más se ha vuelto a hacer. Cantamos Vicente Feliú y yo durante una hora. Tan pronto acabamos entró en el cielo una nube como un manto blanco a la manera de un telón de fondo”.
Diversos escenarios deben plantearle otros desafíos, ¿algunos lo cautivan, aunque nunca haya estado allí?
“Digamos que las circunstancias me fueron llevando a estar en escenarios, pero nunca me sentí un animal de escena. Sin embargo, creo haber visto una foto de Víctor Jara guitarra en mano y con Machu Picchu de fondo. No me imagino un escenario más impresionante”.
Tal vez no le sorprende escuchar nuestra provocación: después de tanto ir y venir por el mundo, ¿nunca pensó en vivir fuera de Cuba?
“La primera vez que visité Guanajuato, México, me dije: aquí yo pudiera vivir. Después estuve en otros sitios hermosos, gratos, tal vez haya vuelto a sentir algo parecido. Entre 1996 y 1997 fui mucho a París, porque Niurka estudiaba allí, la pasé bien, aprendí cosas, sobre todo hice vida de persona normal, lo cual es muy tentador. Pero allá, en el fondo, sabía que iba a regresar. Soy como el perro Buck que responde al llamado de la selva”.
La memoria, el presente, la aguzada filosofía del creador motivan la pregunta: ¿cómo sueña, piensa e imagina el mundo en los próximos años?
“Soñar e imaginar tienen que ver, pero si nos ponemos a pensar ya es otra cosa. Vivimos en un mundo cada vez más disparatado donde los más poderosos en vez de impartir orden basado en la justicia, roban, matan, bloquean, dan muy malos ejemplos. Y la gente parece aprender más rápido de lo malo que de lo bueno. Sobre esto siempre recuerdo una vez, muy al principio, cuando un 4 de abril Fidel les hablaba a los jóvenes y les decía que el ocio era espontáneo y la virtud había que cultivarla. Es mucho lo que nos falta por cultivar a todos. Mientras más seamos será más difícil de lograrlo”.