Entrevistó: Carlos Crespo, para La Voz de Galicia, España
8 de Abril del 2016
Quizá como nadie ha sido Silvio Rodríguez capaz de provocar tantas emociones con aparentemente tan poco. Una guitarra acústica, media docena de acordes extraídos de la música popular campesina, su característica voz engolada y aguda y, eso sí, un glosario de letras que trascienden la poesía y el compromiso político y activan inauditos mecanismos de adicción emocional, han sido los argumentos que elevaron al trovador cubano a la categoría de icono. Y hoy, a sus 70 años, a la condición de mito.
¿Cuál es hoy para usted la Nueva Trova Cubana?
La misma que hace 50 años. Lo que ocurre es que ahora nosotros somos los viejitos de la nueva trova.
¿Qué le interesa de la música cubana actual?
Cuba es un profundo universo musical. Ahora mismo hay un maravilloso trabajo sinfónico y de cámara que impulsan jóvenes figuras. Igualmente hay un riquísimo movimiento autoral en la canción. Las orquestas de música bailable no paran de proliferar. Es asombrosa la cantidad y calidad de jazzistas jóvenes que surgen. Y también expresiones más recientes, como el hip hop, tienen muchos seguidores entre la juventud.
¿Hasta qué punto le pesa saberse el ideólogo emocional de varias generaciones?
Tremenda responsabilidad la que usted me otorga. Yo no lo veo tan así. Yo lo que veo es que todos somos hijos de nuestras circunstancias. Aún así creo haber trabajado más con ideas que con ideología. Y si lo que canto ha tocado a varias generaciones, no puede ser por otra cosa que por el tiempo que llevo cantando.
¿Por qué han ido desapareciendo los contenidos políticos de sus canciones?
Si se refiere a mi último disco, Amoríos, son canciones compuestas entre 1967 y 1980. Por otra parte, nunca me han motivado los apellidos que a veces se les pone a las canciones. Yo siempre he hecho canciones, a secas.
La democratización tecnológica ha acarreado una banalización de la cultura. ¿Es un problema de la democratización, de la tecnología o de la cultura?
La banalización no es culpa de las libertades que han aportado las tecnologías. La banalización empezó mucho antes, cuando eran pocos los que controlaban los mercados. Cuando la posibilidad de difusión llegó a manos de todos se generalizó algo que ya existía. Si las sociedades y los hombres hubiéramos sido de otra forma, lo que usted llama democratización tecnológica habría significado otras cosas.
Hace cinco años decía en una entrevista que deseaba que en Cuba pasasen más cosas. ¿Han pasado ya?
Muchos en Cuba, no solo yo, desde hace tiempo veníamos impulsando la idea de cambios, porque tenemos estructuras que jugaron su papel hace tiempo, pero la realidad las ha ido superando. Aquella inercia de la que nos quejábamos empezó a romperse bastante antes de las conversaciones con Estados Unidos. Eso ha sido un acierto.
¿Hasta qué punto perciben este acercamiento como real? ¿Temen que se trate solo de una maniobra política?
El gobierno norteamericano ha dicho que tiene el objetivo de que haya continuidad en el acercamiento. Es de esperar que así sea y que se den la mayor cantidad de pasos para levantar totalmente el bloqueo. Posiblemente eso sí que haría irreversible el acercamiento.
¿Qué desafíos, qué riesgos y qué posibilidades le plantea a la cultura cubana este acercamiento?
La cultura cubana es invencible. Nosotros vamos a seguir haciendo rumbas y sones. El peligro está en la absorción política, no en la cultural.
¿Cómo valora los movimientos que ha iniciado en España precisamente una generación a la que se la acusaba de falta de conciencia?
Por lo visto están dando una buena pelea. Por como los demoniza cierta prensa puede deducirse la puntería de sus planteamientos.
¿Cómo es hoy su relación con Pablo Milanés, a quien sí tenemos con cierta frecuencia en Galicia?
Pablo es uno de los más grandes trovadores de todos los tiempos, además con una voz admirable. Nos conocimos cuando éramos jóvenes. Desde entonces, en el plano profesional, mi relación con él siempre ha sido de gratitud.
Recientemente ha grabado la voz para un tema de un músico gallego, Juan Carlos Cambas. ¿Cómo surgió esa colaboración?
Juan Carlos venía a Cuba con la maravillosa Dulce Pontes. Trabajamos durante semanas a distancia. Yo le daba detalles y él los sumaba a su idea, que era muy linda. Por último puse la voz en La vida. Fue un placer colaborar con un músico tan sensible.
Añadámosle hoy un verso a la canción: «Ojalá que...
Ojalá aprendamos a respetar las diferencias sinceramente, para que siempre intercambiemos pareceres, y nunca más nos discriminemos o nos hagamos la guerra.
¿Cuál es hoy para usted la Nueva Trova Cubana?
La misma que hace 50 años. Lo que ocurre es que ahora nosotros somos los viejitos de la nueva trova.
¿Qué le interesa de la música cubana actual?
Cuba es un profundo universo musical. Ahora mismo hay un maravilloso trabajo sinfónico y de cámara que impulsan jóvenes figuras. Igualmente hay un riquísimo movimiento autoral en la canción. Las orquestas de música bailable no paran de proliferar. Es asombrosa la cantidad y calidad de jazzistas jóvenes que surgen. Y también expresiones más recientes, como el hip hop, tienen muchos seguidores entre la juventud.
¿Hasta qué punto le pesa saberse el ideólogo emocional de varias generaciones?
Tremenda responsabilidad la que usted me otorga. Yo no lo veo tan así. Yo lo que veo es que todos somos hijos de nuestras circunstancias. Aún así creo haber trabajado más con ideas que con ideología. Y si lo que canto ha tocado a varias generaciones, no puede ser por otra cosa que por el tiempo que llevo cantando.
¿Por qué han ido desapareciendo los contenidos políticos de sus canciones?
Si se refiere a mi último disco, Amoríos, son canciones compuestas entre 1967 y 1980. Por otra parte, nunca me han motivado los apellidos que a veces se les pone a las canciones. Yo siempre he hecho canciones, a secas.
La democratización tecnológica ha acarreado una banalización de la cultura. ¿Es un problema de la democratización, de la tecnología o de la cultura?
La banalización no es culpa de las libertades que han aportado las tecnologías. La banalización empezó mucho antes, cuando eran pocos los que controlaban los mercados. Cuando la posibilidad de difusión llegó a manos de todos se generalizó algo que ya existía. Si las sociedades y los hombres hubiéramos sido de otra forma, lo que usted llama democratización tecnológica habría significado otras cosas.
Hace cinco años decía en una entrevista que deseaba que en Cuba pasasen más cosas. ¿Han pasado ya?
Muchos en Cuba, no solo yo, desde hace tiempo veníamos impulsando la idea de cambios, porque tenemos estructuras que jugaron su papel hace tiempo, pero la realidad las ha ido superando. Aquella inercia de la que nos quejábamos empezó a romperse bastante antes de las conversaciones con Estados Unidos. Eso ha sido un acierto.
¿Hasta qué punto perciben este acercamiento como real? ¿Temen que se trate solo de una maniobra política?
El gobierno norteamericano ha dicho que tiene el objetivo de que haya continuidad en el acercamiento. Es de esperar que así sea y que se den la mayor cantidad de pasos para levantar totalmente el bloqueo. Posiblemente eso sí que haría irreversible el acercamiento.
¿Qué desafíos, qué riesgos y qué posibilidades le plantea a la cultura cubana este acercamiento?
La cultura cubana es invencible. Nosotros vamos a seguir haciendo rumbas y sones. El peligro está en la absorción política, no en la cultural.
¿Cómo valora los movimientos que ha iniciado en España precisamente una generación a la que se la acusaba de falta de conciencia?
Por lo visto están dando una buena pelea. Por como los demoniza cierta prensa puede deducirse la puntería de sus planteamientos.
¿Cómo es hoy su relación con Pablo Milanés, a quien sí tenemos con cierta frecuencia en Galicia?
Pablo es uno de los más grandes trovadores de todos los tiempos, además con una voz admirable. Nos conocimos cuando éramos jóvenes. Desde entonces, en el plano profesional, mi relación con él siempre ha sido de gratitud.
Recientemente ha grabado la voz para un tema de un músico gallego, Juan Carlos Cambas. ¿Cómo surgió esa colaboración?
Juan Carlos venía a Cuba con la maravillosa Dulce Pontes. Trabajamos durante semanas a distancia. Yo le daba detalles y él los sumaba a su idea, que era muy linda. Por último puse la voz en La vida. Fue un placer colaborar con un músico tan sensible.
Añadámosle hoy un verso a la canción: «Ojalá que...
Ojalá aprendamos a respetar las diferencias sinceramente, para que siempre intercambiemos pareceres, y nunca más nos discriminemos o nos hagamos la guerra.