Entrevistó: Laura Serguera Lio y Armando Franco Senén
13 de Septiembre del 2021
Para ALMA MATER
Como ya hemos comentado —y celebrado— en Segunda cita, la revista Alma Mater ha venido elaborando el dossier Los desafíos del consenso en distintos ámbitos de la vida nacional. Cuando le tocó a la cultura fui uno de los entrevistados. Estas fueron las preguntas que me llegaron y mis respuestas.
SRD
1. ¿Cuáles considera que fueron las condicionantes, vinculadas a la cultura en particular, que propiciaron los sucesos del 11 de julio?
Entiendo cultura como un todo; es decir: una acumulación de hechos y características que conforman una identidad. Lo primero que veo es que somos un país que, después de 30 años de guerra de liberación alcanzó una independencia mediatizada, esto último gracias a la intervención norteamericana. Por esto durante 60 años hubo gobiernos subordinados al norte. Después del triunfo revolucionario de 1959 han transcurrido otras seis décadas, en este caso de independencia política directa del régimen norteamericano. Pero, gracias al bloqueo y a la hostilidad imperial sostenidos, hemos desarrollado otra forma de dependencia, en una cultura de resistencia que cada vez es más vulnerada por el empobrecimiento de la población, el estrés social de una tensión constante y la aparición de generaciones cada vez más lejos de los hechos liberadores que nos trajeron hasta hoy. Por esto algunos jóvenes (y menos jóvenes) ya no ven en su tierra un futuro posible. De estos sectores, los que pueden, emigran; los que no pueden emigrar, se quedan, contrariados. Lamentablemente todo esto también ya es parte de nuestra cultura, y por lo tanto condicionantes objetivas y subjetivas que contribuyen a los sucesos del 11-12 de julio.
2. ¿Cómo valora los diversos reclamos que se realizaron el 11 de julio y que antes y después, asociados a los estados de opinión expresados ese día, han tenido lugar en redes sociales digitales?
No lo he leído todo, pero el reclamo que considero más necesario es el de diálogo. Y aunque estoy consciente de que ningún país ha sido capaz de dialogar e interactuar satisfactoriamente con la variedad de componentes de su sociedad, creo que ninguna petición de diálogo se debe obviar y que siempre hay que hacer un esfuerzo en ese sentido.
Mi generación, aunque fue naturalmente seguidora de la Revolución (los que la hicieron nos llevaban entre 10 y 20 años) ya percibía cosas diferentes, en forma y en contenido. Por eso algunos de nuestros mayores fueron suspicaces con ciertas manifestaciones nuestras y pagamos por eso. Por entonces las instituciones se estaban creando; los que las dirigían solian ser combatientes revolucionarios con diversas formaciones culturales y políticas, además de con personalidades bastante diferenciadas. Aquello permitió que no hubiera la misma postura oficial frente a manifestaciones culturales diferentes. También por eso existieron espacios más permisivos que otros, y los que fuimos cuestionados por instituciones como el ICRT o el Consejo Nacional de Cultura, fuimos apoyados por otras como Casa de las Américas y el ICAIC.
La desaparición física de los fundadores de aquella variedad de espacios culturales fue llevando a que todas las instituciones se fueran pareciendo más en su permisividad y en sus políticas. Cabe preguntarse si la uniformidad conceptual de organismos y dirigencia es lo idóneo para un país culturalmente exuberante, como siempre ha sido Cuba.
3. Se ha dicho que, respecto a otras expresiones de descontento recientes más relacionadas con las artes y protagonizadas por artistas e intelectuales, lo ocurrido el 11 de julio fue movido por una mayoría no vinculada a estas áreas, sin embargo, su participación en distintas plataformas no fue poca, ¿podríamos considerar al sector de la cultura en Cuba impulsor de cambios de diverso signo?
La cultura, como suele reflejar su tiempo y tiene rostros identificables, suele destacarse; suele tener adeptos en diversos estratos sociales, en la prensa, incluso más allá de las fronteras. Por esa trascendencia, lo mismo tiene sinceros admiradores que se hace blanco de manipulaciones. De todo hay. En cualquier caso es común que los movimientos sociales estén representados en la cultura y viceversa.
Yo creo inevitable que haya rupturas en una línea de pensamiento que se ha renovado poco. Es hasta lógico; es una condición del desarrollo. ¿Por qué eso tiene que ocurrir como trauma y no diáfanamente, como proceso dialéctico natural? Esa es una pregunta que pudiéramos hacernos.¿Tenemos o no tenemos necesidad de evolución; tenemos o no cosas que cambiar? Al respecto, el famoso decálogo de Fidel todavía rebota en las paredes del Aula Magna. Y no digo que no se haya intentado ponerlo en práctica. Sólo que ha sido difícil convertirlo en algo más que una cita necesaria.
4. ¿Qué impacto estima que tienen y tendrán en la cultura las demandas referidas? ¿Cuáles cree que deben ser las líneas de actuación desde la academia y desde la institucionalidad, para analizarlas y tratarlas, respectivamente?
No soy académico, no me atrevo a hablar en nombre de ese mundo, pero como cubano pienso que hay muchas cosas buenas, útiles que se pueden hacer. Esos muchachos que no pertenecen a nada y se reunen para limpiar las costas y las playas ¿no son ejemplares? Y esos otros que recogen, curan y buscan hogares para los animales callejeros ¿no son admirables y merecen ser imitados? ¿Qué respalda al funcionario de una Casa de Cultura que se proponga dar espacio a jóvenes, por raros que parezcan? ¿Cuál es la suerte de un maestro que diga que en su escuela hay espacio para cualquier tipo de discusión? ¿Qué institución asume conversar con jovenes preocupados por lo que se les ocurra? ¿Estamos en condiciones de asumir la diversidad? Ojalá que sí, porque esa nueva sangre es parte nuestra y en sus planteos seguro habrá elementos útiles para llegar a mañana.
Como ya hemos comentado —y celebrado— en Segunda cita, la revista Alma Mater ha venido elaborando el dossier Los desafíos del consenso en distintos ámbitos de la vida nacional. Cuando le tocó a la cultura fui uno de los entrevistados. Estas fueron las preguntas que me llegaron y mis respuestas.
SRD
1. ¿Cuáles considera que fueron las condicionantes, vinculadas a la cultura en particular, que propiciaron los sucesos del 11 de julio?
Entiendo cultura como un todo; es decir: una acumulación de hechos y características que conforman una identidad. Lo primero que veo es que somos un país que, después de 30 años de guerra de liberación alcanzó una independencia mediatizada, esto último gracias a la intervención norteamericana. Por esto durante 60 años hubo gobiernos subordinados al norte. Después del triunfo revolucionario de 1959 han transcurrido otras seis décadas, en este caso de independencia política directa del régimen norteamericano. Pero, gracias al bloqueo y a la hostilidad imperial sostenidos, hemos desarrollado otra forma de dependencia, en una cultura de resistencia que cada vez es más vulnerada por el empobrecimiento de la población, el estrés social de una tensión constante y la aparición de generaciones cada vez más lejos de los hechos liberadores que nos trajeron hasta hoy. Por esto algunos jóvenes (y menos jóvenes) ya no ven en su tierra un futuro posible. De estos sectores, los que pueden, emigran; los que no pueden emigrar, se quedan, contrariados. Lamentablemente todo esto también ya es parte de nuestra cultura, y por lo tanto condicionantes objetivas y subjetivas que contribuyen a los sucesos del 11-12 de julio.
2. ¿Cómo valora los diversos reclamos que se realizaron el 11 de julio y que antes y después, asociados a los estados de opinión expresados ese día, han tenido lugar en redes sociales digitales?
No lo he leído todo, pero el reclamo que considero más necesario es el de diálogo. Y aunque estoy consciente de que ningún país ha sido capaz de dialogar e interactuar satisfactoriamente con la variedad de componentes de su sociedad, creo que ninguna petición de diálogo se debe obviar y que siempre hay que hacer un esfuerzo en ese sentido.
Mi generación, aunque fue naturalmente seguidora de la Revolución (los que la hicieron nos llevaban entre 10 y 20 años) ya percibía cosas diferentes, en forma y en contenido. Por eso algunos de nuestros mayores fueron suspicaces con ciertas manifestaciones nuestras y pagamos por eso. Por entonces las instituciones se estaban creando; los que las dirigían solian ser combatientes revolucionarios con diversas formaciones culturales y políticas, además de con personalidades bastante diferenciadas. Aquello permitió que no hubiera la misma postura oficial frente a manifestaciones culturales diferentes. También por eso existieron espacios más permisivos que otros, y los que fuimos cuestionados por instituciones como el ICRT o el Consejo Nacional de Cultura, fuimos apoyados por otras como Casa de las Américas y el ICAIC.
La desaparición física de los fundadores de aquella variedad de espacios culturales fue llevando a que todas las instituciones se fueran pareciendo más en su permisividad y en sus políticas. Cabe preguntarse si la uniformidad conceptual de organismos y dirigencia es lo idóneo para un país culturalmente exuberante, como siempre ha sido Cuba.
3. Se ha dicho que, respecto a otras expresiones de descontento recientes más relacionadas con las artes y protagonizadas por artistas e intelectuales, lo ocurrido el 11 de julio fue movido por una mayoría no vinculada a estas áreas, sin embargo, su participación en distintas plataformas no fue poca, ¿podríamos considerar al sector de la cultura en Cuba impulsor de cambios de diverso signo?
La cultura, como suele reflejar su tiempo y tiene rostros identificables, suele destacarse; suele tener adeptos en diversos estratos sociales, en la prensa, incluso más allá de las fronteras. Por esa trascendencia, lo mismo tiene sinceros admiradores que se hace blanco de manipulaciones. De todo hay. En cualquier caso es común que los movimientos sociales estén representados en la cultura y viceversa.
Yo creo inevitable que haya rupturas en una línea de pensamiento que se ha renovado poco. Es hasta lógico; es una condición del desarrollo. ¿Por qué eso tiene que ocurrir como trauma y no diáfanamente, como proceso dialéctico natural? Esa es una pregunta que pudiéramos hacernos.¿Tenemos o no tenemos necesidad de evolución; tenemos o no cosas que cambiar? Al respecto, el famoso decálogo de Fidel todavía rebota en las paredes del Aula Magna. Y no digo que no se haya intentado ponerlo en práctica. Sólo que ha sido difícil convertirlo en algo más que una cita necesaria.
4. ¿Qué impacto estima que tienen y tendrán en la cultura las demandas referidas? ¿Cuáles cree que deben ser las líneas de actuación desde la academia y desde la institucionalidad, para analizarlas y tratarlas, respectivamente?
No soy académico, no me atrevo a hablar en nombre de ese mundo, pero como cubano pienso que hay muchas cosas buenas, útiles que se pueden hacer. Esos muchachos que no pertenecen a nada y se reunen para limpiar las costas y las playas ¿no son ejemplares? Y esos otros que recogen, curan y buscan hogares para los animales callejeros ¿no son admirables y merecen ser imitados? ¿Qué respalda al funcionario de una Casa de Cultura que se proponga dar espacio a jóvenes, por raros que parezcan? ¿Cuál es la suerte de un maestro que diga que en su escuela hay espacio para cualquier tipo de discusión? ¿Qué institución asume conversar con jovenes preocupados por lo que se les ocurra? ¿Estamos en condiciones de asumir la diversidad? Ojalá que sí, porque esa nueva sangre es parte nuestra y en sus planteos seguro habrá elementos útiles para llegar a mañana.