La Habana,
9 de enero de 1992.
Don Ata: este año me acuerdo especialmente de Ud, porque creo que, hace cinco siglos, comenzó su canción a rodar, hasta dar con sus manos y su voz. En consecuencia, desde que lo escuché la primera vez, estoy tratando de ajustar mis entendederas a su magisterio. No tengo la hondura de su raíz, pero le garantizo que parte de mis momentitos de luz se los debo.
Le quiere mucho,
Silvio
-Salúdeme al Angel, si lo ve
Las canciones
Compañera
Partiendo de que es una canción a mis canciones podría pensarse que el título debería ser HIJAS, o algo así. Pero, en mi caso, calificar de simple y llana paternidad la relación con mis canciones, más que injusto hubiera resultado estafa. Es cierto que, por mi culpa, mis canciones han venido al mundo a correr toda suerte de riesgos: pero, asimismo, ellas me han alumbrado para un destino semejante.
Trova de Edgardo
No es la primera que le escribo a Poe, a quien leí desafortunadamente en mi adolescencia, o sea, todavía. Tampoco es el primer homenaje que rindo a la trova tradicional cubana. Es sólo la primera vez que consigo empalmar ambas ideas sin que se vea la soldadura.
La desilusión
Está de moda desilusionarse. De todo: desde la historia hasta el turismo. Pero yo creo que hay historias e historia. Y respecto al turismo creo que lo que no tiene, como la verdad, es remedio.
Y Mariana
Estaba rodeado de niños. Uno quería llegar a ser médico, otro pintor, otro cosmonauta. Y Mariana…
Abracadabra
Hace unos meses vinieron a casa unos amigos y me alertaron sobre todo tipo de hechizos siniestros que amenazaban cada rincón de mi existencia. Ante tal peligro no tuve otro recurso que elaborar este sortilegio de resguardo.
Hombre
La compuse hace cinco años, cuando el Che cumplía veinte de asesinado. Ahora hace un cuarto de siglo y me estremece igual.
Monólogo
Teté Vergara es uno de esos seres con quienes uno tiene una deuda interna impagable. Su amor, su paciencia, su sabiduría y hasta el sofá de su salita eran mi refugio hace años, cuando empezaba a cantar. Y contaba cosas que con el paso del tiempo en vez de alejarse se me abalanzan, como si aquellos cuentos de ella jugaran a ser profecías.
El Necio
Es una canción de marketing, de precios. Y para que nadie se imagine que soy santo, voy a poner el mío (por ahora): el levantamiento del bloqueo a Cuba y la entrega incondicional del territorio que Estados Unidos usa como base naval en Guantánamo.
La guitarra del joven soldado
No es más que una receta para todos los reclutas del mundo. Si la siguen, les garantizo que matan el aburrimiento.
Quién fuera
Cuando la terminé se la mandé a Chico Buarque, porque de los mencionados es el único con quien mantengo comunicación por escrito. Me contestó que había acertado al ubicarlo entre cantores muertos, ya que hacía tres años que no hacía un disco y que estaba escribiendo una novela. Aquello me preocupó. ¿Cómo podía haber metido la pata de aquella forma, sacándole sin querer los fantasmas de la sequía a un amigo tan querido, a un trovador tan maravilloso? Unos meses después, leyendo las fabulosas cifras de venta de su novela, se me quitaron los retortijones.
Juego que me regalo un 6 de enero
Cuando yo estaba en tercer grado, mi maestra pensaba que yo era anormal. Oí cómo se lo decía a los padres de una niña, fuera del aula, aunque me encontraba esperando a que terminara la clase de catecismo. A mí no me metían en aquella lección porque mi padre lo había prohibido, con la amenaza de ponerme en otra escuela. La hija de aquellos padres que me miraban con arrobada piedad, se llamaba Lupe. Era muy buena y aplicada, era la excelencia anual del colegio y aquel año sus padres estaban preocupados porque sus notas habían bajado un poquito. Ni sus padres ni la maestra podían saber que Lupe, a quien yo amaba como un condenado, nos enredábamos en extensas discusiones espirituales cuyo meollo era la existencia o no de los tres reyes magos. Ella afirmaba que no existían, que eran nuestros padres, y yo, que no iba a la clase de religión, lo contrario. Un buen ejemplo de cómo el hábito no hace al monje.
Crisis
No era con serpientes, pero cuando menos soñaba con algún tipo nuevo de bichejo y esta era su música. Me senté en la cama, eché redes al sueño que a duras penas se desvanecía y extraje una madeja de sonidos que se ordenaban solos, como si el ovillo no hubiera sido más que una engañifa. Luego traté de dormir, pero sólo conseguía volver siempre a la guitarra, como un síndrome de abstinencia. A las dos de la tarde tenía un turno para grabar unas canciones, pero yo no podía sino pensar en Crisis, ya no tenía poder para otro sonido que no fuera el suyo: la música sujeto, yo instrumento.
Silvio Rodríguez Domínguez
La Habana, 11 de octubre, 1992