La canción no se hizo para la escena y el libro no es el pretexto de la poesía, conforme un hijo nunca aparece antes que el amor. Lo primero de todo es el misterioso corazón del fuego, el rayo incendiando la pradera; la espontánea pero lógica naturaleza misma, que no pone un árbol donde no hay simiente ni un río ni un sol ni una montaña sin antes preparar con señora paciencia la aparición de sus milagros.
Así empezó la canción siempre: como un milagro preparado por muchos más milagros, andado con el hombre, clasificándose, delineándose con él, salvándose o perdiéndose con él según él fuera.
Este disco es el resultado de que una madre cantara desde siempre y de un secreto placer de escucharle tararear al jabón y la ropa, a los frijoles, al piso y la bayeta. Es el resultado de los cantos con que los alfabetizadores intentaban ahuyentar los atributos de la noche y la historia, al sur de Las Villas, cerca del Escambray. Es el resultado del canto de una noche de octubre de mil novecientos sesenta y dos. Es el olor de los mangales de un campamento militar donde cualquier soldado, de madrugada, va a preguntar secretos a ese gran animal que es la guitarra.
Aquí hay de la ceguera parcial de teatros y estudios, pero hay mucho más de la pupila constante sobre el espectáculo de La Habana, ciudad mestiza de nuestra América…Aquí hay de hombres y de hechos tan grandes que no estaría bien ponerlos, porque sus dimensiones sobrepasarían en mucho los bordes de este sencillo hemisferio.
Todo lo dicho significa un tiempo: tiempo en que la mano del hombre conduce el fuego y la herramienta como ya conduce la canción. Por eso estos cantos están llenos de rabias y de amores (que son otras rabias) que son de este tiempo. Por eso estos cantos tienen de La Trova: no solamente porque esta sea una tradición, sino porque es una tradición contemporanizable.
Silvio Rodríguez
Silvio Rodríguez nació en San Antonio de los Baños, provincia de La Habana, el 29 de noviembre de 1946.
Su obra se caracteriza por la belleza de imágenes, unas veces directas y precisas, otras sugestivas; pero siempre coherentes y fieles relatos de la vida misma. Autor de un gran número de canciones (más de 500) entre las que se destacan por su reconocida popularidad Canción del elegido, La era está pariendo un corazón, Fusil contra fusil, Ojalá, Te doy una canción, por citar algunas solamente. Silvio utiliza los elementos de la música tradicional cubana con un sentido de síntesis de sus valores principales, teniendo en cuenta además, y sin prejuicios, células rítmicas y melódicas de lo mejor de la música popular de otros países, eso sí: siempre es raíz de pueblo que canta sus tristezas y alegrías, sus luchas y sus victorias, siempre es espontáneo y nunca especulativo con los valores artísticos que asume.
En este disco, donde es notable la diversidad del lenguaje tanto en lo literario como en lo musical, se presenta la personalidad de Silvio Rodríguez en una madurez difícil de alcanzar en tan corta edad, pudiéndose escuchar desde el lirismo y la sencillez de Pequeña serenata diurna y Esta canción, hasta las dramáticas reiteraciones de Sueño con Serpientes y Días y flores, elaboradas estas últimas, con improvisaciones y variantes de la estructura principal.
Su obra es sin duda representativa de nuestra época en toda la plenitud, combatividad y espíritu creativo que de ella emanan.
Silvio Rodríguez, es uno de nuestros compositores jóvenes de mayor prestigio; un hombre que como pocos, tiene la posibilidad de cantarnos la poesía de este hecho creador por excelencia que es la Revolución.
Frank Fernández