Por: Javier Larraín P, para La Razón, Bolivia.
17 de Enero del 2016
17 de Enero del 2016
El último disco de Silvio Rodríguez, Amoríos (Ojalá Producciones, 2015), nos fue entregado —esta vez— poquito a poquito. Así, la primera semana de diciembre escuchamos la excepcionalmente íntima canción Con melodía de adolescente, y, días después, la trovadoresca Una canción de amor esta noche, orquestada con el piano de Jorgito Aragón y la percusión de Oliver Valdés.
Por virtud de la bendita tecnología pudimos acceder, vía correo electrónico, a la integridad de la obra en el mismísimo instante en que el trovador presentaba, junto a sus músicos “amoranautas”, las 14 canciones de Amoríos, en la Sala Teatro del Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana, Cuba, el 21 de diciembre.
A excepción de la reconocida Óleo de mujer con sombrero, las canciones restantes son lo que los conocedores de la trayectoria del cubano llaman “inéditas”, es decir, composiciones —en este caso— de entre 1967 y 1980 que habían sido registradas artesanalmente en cintas de viejos casetes pasados de mano en mano durante las últimas décadas.
Con novísimos arreglos, en su decimonoveno disco, Silvio nos hace transitar del jazz al bolero, de la trova a la canción de cámara, del guaguancó al son, todo fresco y sinceramente condimentado con algunos toques de blues, habaneras y rumbas, eso sin referirnos a la delicada poética de cada una de las composiciones.
De una intensa y poderosísima Día de agua, con Maykel Elizarde derrochando talento en el tres, se nos invita literalmente a transportarnos a otra cosmicidad con En cuál de esos planetas, finamente acompañada por la Orquesta Sinfónica del Instituto Superior de Arte (ISA), dirigida por el maestro José Méndez Padrón. Igualmente, tras sorprendernos con las juglarescas recitaciones de Tu soledad me abriga la garganta, el intimismo nos atrapa en Haces bien, donde se le aconseja a una examada dejarse “el pelo como mejor te parece”.
Se cuenta de ti y Querer tener riendas son otras dos canciones donde se advierten los amoríos y des-amoríos del trovador, que reclama en la última: “cuando me enamores no me beses, porque me han amado así mil veces. Haz como si estuvieras en guerra: báñame de rocas y de tierra”.Tratamiento especial merece Qué distracción, preferida de Julio Cortázar, donde, al abrigo del clarinete bajo de Niurka González, una oscura confesión nos paraliza: “Soy un viejo que duerme entre sus losas; soy un niño que sueña tantas cosas”. Las amorosas historias/canciones alcanzan su clímax con la anhelada publicación de la suite Exposición de mujer con sombrero, integrada por Dibujo de mujer con sombrero, Óleo de mujer con sombrero, Detalle de mujer con sombrero y Mujer sin sombrero, cuatro piezas compuestas en menos de siete días a comienzos de un ya lejano 1970.El cierre de Amoríos es sobrio y no menos conmovedor en tanto al acompañamiento del piano de Aragón y los arreglos orquestales de José Méndez, la desnudez vocal de Silvio Rodríguez, en Qué poco es conocerte, nos acerca a sus sueños de infancia y adolescencia, a su primer amor “hecho de sal y hecho de arena, como son todos los amores”.
Por virtud de la bendita tecnología pudimos acceder, vía correo electrónico, a la integridad de la obra en el mismísimo instante en que el trovador presentaba, junto a sus músicos “amoranautas”, las 14 canciones de Amoríos, en la Sala Teatro del Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana, Cuba, el 21 de diciembre.
A excepción de la reconocida Óleo de mujer con sombrero, las canciones restantes son lo que los conocedores de la trayectoria del cubano llaman “inéditas”, es decir, composiciones —en este caso— de entre 1967 y 1980 que habían sido registradas artesanalmente en cintas de viejos casetes pasados de mano en mano durante las últimas décadas.
Con novísimos arreglos, en su decimonoveno disco, Silvio nos hace transitar del jazz al bolero, de la trova a la canción de cámara, del guaguancó al son, todo fresco y sinceramente condimentado con algunos toques de blues, habaneras y rumbas, eso sin referirnos a la delicada poética de cada una de las composiciones.
De una intensa y poderosísima Día de agua, con Maykel Elizarde derrochando talento en el tres, se nos invita literalmente a transportarnos a otra cosmicidad con En cuál de esos planetas, finamente acompañada por la Orquesta Sinfónica del Instituto Superior de Arte (ISA), dirigida por el maestro José Méndez Padrón. Igualmente, tras sorprendernos con las juglarescas recitaciones de Tu soledad me abriga la garganta, el intimismo nos atrapa en Haces bien, donde se le aconseja a una examada dejarse “el pelo como mejor te parece”.
Se cuenta de ti y Querer tener riendas son otras dos canciones donde se advierten los amoríos y des-amoríos del trovador, que reclama en la última: “cuando me enamores no me beses, porque me han amado así mil veces. Haz como si estuvieras en guerra: báñame de rocas y de tierra”.Tratamiento especial merece Qué distracción, preferida de Julio Cortázar, donde, al abrigo del clarinete bajo de Niurka González, una oscura confesión nos paraliza: “Soy un viejo que duerme entre sus losas; soy un niño que sueña tantas cosas”. Las amorosas historias/canciones alcanzan su clímax con la anhelada publicación de la suite Exposición de mujer con sombrero, integrada por Dibujo de mujer con sombrero, Óleo de mujer con sombrero, Detalle de mujer con sombrero y Mujer sin sombrero, cuatro piezas compuestas en menos de siete días a comienzos de un ya lejano 1970.El cierre de Amoríos es sobrio y no menos conmovedor en tanto al acompañamiento del piano de Aragón y los arreglos orquestales de José Méndez, la desnudez vocal de Silvio Rodríguez, en Qué poco es conocerte, nos acerca a sus sueños de infancia y adolescencia, a su primer amor “hecho de sal y hecho de arena, como son todos los amores”.